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Agente Cero
Jack Mars
La Serie de Suspenso De EspГas del Agente Cero #1
No dormirГЎs hasta que hayas terminado con AGENTE CERO. El autor hizo un excelente trabajo creando un conjunto de personajes que estГЎn muy desarrollados y que los disfrutarГЎs mucho. La descripciГіn de las escenas de acciГіn nos transporta a la realidad, que es casi como sentarse en el cine con sonido envolvente y 3D (serГa una increГble pelГcula de Hollywood) . DifГcilmente esperarГ© por la secuela. --Roberto Mattos, Books and Movie ReviewsEn este debut tan anticipado de una Г©pica serie de suspenso y espГas, del bestseller #1 Jack Mars, los lectores son llevados a un thriller de acciГіn por toda Europa. Kent Steele como presunto agente de la CIA, perseguido por terroristas, por la CIA y por su propia identidad, deberГЎ resolver el misterio de quiГ©n lo persigue, del blanco pendiente de los terroristas – y de la hermosa mujer que sigue apareciendo en su mente. Kent Steele, 38 aГ±os, un brillante profesor de Historia Europea en la Universidad de Columbia, tiene una vida tranquila en un vecindario de Nueva York con sus dos hijas adolescentes. Todo eso cambia cuando una noche recibe un golpe en su puerta y es secuestrado por tres terroristas – y se encuentra a sГ mismo volando sobre el ocГ©ano para ser interrogado en una base en ParГs. Ellos estГЎn convencidos de que Kent es el espГa mГЎs letal que la CIA haya conocido. Г‰l estГЎ convencido de que ellos tienen al hombre equivocado. ВїEs asГ?Con una conspiraciГіn a su alrededor, con adversarios tan inteligentes como Г©l y un asesino al asecho, el juego salvaje del gato y el ratГіn lleva a Kent a un camino peligroso – uno que pudiese llevarlo de regreso a Langley – y al sorprendente descubrimiento de su propia identidad. AGENTE CERO es una serie de suspenso y espionaje que te mantendrГЎ pasando pГЎginas tarde en la noche. Una de las mejores series de suspenso que he leГdo este aГ±o. Books and Movie Reviews (con respecto a Por Todos Los Medios Necesarios) TambiГ©n estГЎ disponible la serie #1 mejor vendida de Jack Mars, las series de SUSPENSO de LUKE STONE (7 libros) que comienzan con Por Todos Los Medios Necesarios (Libro #1), ВЎen descarga gratuita con mГЎs de 800 calificaciones de 5 estrellas!
A G E N T E C E R O
(LA SERIE DE SUSPENSO DE ESPÍAS DEL AGENTE CERO—LIBRO 1)
J A C K M A R S
Jack Mars
Jack Mars es el autor bestseller de USA Today, autor de las series de suspenso de LUKE STONE, las cuales incluyen siete libros (y contando). TambiГ©n es el autor de la nueva serie de precuelas LA FORJA DE LUKE STONE y de la serie de suspenso del espГa KENT STEELE.
ВЎJack ama escuchar de ti, asГ que, por favor siГ©ntete libre de visitar www.jackmarsauthor.com (http://www.jackmarsauthor.com) suscrГbete a su email, recibe un libro gratis, sorteos gratis, conГ©ctate con Facebook y Twitter y mantente actualizado!
Derechos de autor В© por Jack Mars. Todos los derechos reservados. Exceptuando los permitidos bajo el Acta de Derechos de Autor de Estados Unidos en 1976, ninguna parte de esta publicaciГіn puede ser reproducida, distribuida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en una base de datos o en un sistema de recuperaciГіn, sin previa autorizaciГіn del autor. Este ebook estГЎ licenciado Гєnicamente para su disfrute personal Este ebook no puede ser revendido o regalado a otras personas. SГ quieres compartir este libro con otra persona, por favor adquiere una copia adicional. SГ estГЎs leyendo este libro y no lo has comprado o si no fue comprado para tu uso particular, por favor regrГ©salo y adquiera su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor. Este un trabajo de ficciГіn. Los nombres, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos y los incidentes son Гі producto de la imaginaciГіn del autor o son usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es enteramente coincidencia.
LIBROS POR JACK MARS
LUKE STONE THRILLER SERIES
POR TODOS LOS MEDIOS NECESARIOS (Libro #1)
LA SERIE DE ESPГЌAS DE KENT STEELE
AGENTE CERO (Libro #1)
OBJETIVO CERO (Libro #2)
CONTENIDO
CAPГЌTULO UNO (#u4557bdf1-5265-5038-9647-2f2f77e14d87)
CAPГЌTULO DOS (#uad288e85-4a12-5ce6-81a3-c31b7e8248bb)
CAPГЌTULO TRES (#u54dbcbe5-4b55-5956-b917-572508fb78fb)
CAPГЌTULO CUATRO (#u5ae0a892-1bce-5dda-867b-21e7d2559de9)
CAPГЌTULO CINCO (#u5d9f9453-9419-5833-8ef5-0c92e679d38d)
CAPГЌTULO SEIS (#u2533ca51-c5bc-50c1-acb3-9ed6dd13d8d0)
CAPГЌTULO SIETE (#uaea8678f-aaa4-5f39-9d3d-c6e6c7e8637c)
CAPГЌTULO OCHO (#ua2f75d0a-5719-52d0-a5f8-555a61a9d59a)
CAPГЌTULO NUEVE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO DIEZ (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO ONCE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO DOCE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO TRECE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO CATORCE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO QUINCE (#litres_trial_promo)
CAPÍTULO DIECISÉIS (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO DIECISIETE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTIDГ“S (#litres_trial_promo)
CAPÍTULO VEINTITRÉS (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo)
CAPÍTULO VEINTISÉIS (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO TREINTA (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO TREINTA Y DOS (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO TREINTA Y TRES (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO TREINTA Y CUATRO (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO TREINTA Y CINCO (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO TREINTA Y SEIS (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO TREINTA Y SIETE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO TREINTA Y OCHO (#litres_trial_promo)
EPГЌLOGO (#litres_trial_promo)
“La vida de los muertos se coloca en la memoria de los vivos”.
—Marcus Tullius Cicero
CAPГЌTULO UNO
La primera clase del dГa siempre fue la mГЎs dura. Los estudiantes se mezclan en el salГіn de lectura de la Universidad de Columbia como zombis perezosos y con ojos muertos, con sus sentidos embotados por todas las sesiones de estudio nocturnas o por resacas o por alguna combinaciГіn de ellas. Llevaban pantalones deportivos y camisetas de ayer y apretaban tazas de poliestireno llenas de latte moca de soya o de tostados artesanales o de cualquier otra cosa que los chicos beben en estos dГas.
El trabajo del Profesor Reid Lawson era enseГ±arnos pero, el tambiГ©n reconoce la necesidad de un impulso por la maГ±ana — un estimulante mental para suplementar la cafeГna. Lawson les diГі un momento para encontrar sus asientos y ponerse cГіmodos mientras Г©l se quitaba su saco deportivo de tweed y lo colocaba sobre su silla.
“Buenos dГas”, el dijo en voz alta. El anuncio estremeciГі a varios estudiantes, quienes de repente levantaron la Mirada como si no se hubieran dado cuenta de que habГan entrado a un salГіn de clases. “Hoy vamos a hablar acerca de los piratas”.
Esto obtuvo algo de atenciГіn. Ojos miraron hacia adelante, parpadeando a travГ©s de la gran falta de sueГ±o y tratando de determinar si en realidad habГa dicho “piratas” o no.
“¿Del Caribe?” Bromeó un estudiante de segundo año en la primera fila.
“Del MediterrГЎneo en realidad”, corrigiГі Lawson. Г‰l se paseo lentamente con sus manos juntas detrГЎs de su espalda. “¿CuГЎntos de ustedes han tomado la clase del Profesor Truitt sobre imperios antiguos?” Alrededor de una tercera parte de la clase levantГі sus manos. “Bien. Entonces saben que Imperio Otomano fue una potencia mundial durante, oh, casi seiscientos aГ±os. Lo que quizГЎs no sepan es que los corsarios Otomanos, o mГЎs coloquialmente, los piratas de BerberГa, asecharon los mares durante una gran parte de ese tiempo, desde la costa de Portugal, a travГ©s del Estrecho de Gibraltar, y gran parte del MediterrГЎneo. ВїQuГ© crees que buscaban? ВїAlguien? SГ© que estГЎn vivos ahГ afuera”.
“¿Dinero?” pregunto una chica de la tercera fila.
“Tesoros”, dijo el estudiante de segundo año en el frente.
“¡Ron!” GritГі un estudiante masculino desde la parte de atrГЎs del salГіn, provocando una risita de la clase. Red sonriГі tambiГ©n. HabГa algo de vida en la multitud despuГ©s de todo.
“Todas son buenas conjeturas”, el dijo. “Pero la respuesta es вЂ?todas las anteriores’. VerГЎn, los piratas de BerberГa, muchos de ellos de dirigieron a los buques mercantes Europeos, y ellos lo tomarГan todo… y me refiero a todo. Zapatos, cinturones, dinero, sombreros, bienes, la nave en sГ… y su tripulaciГіn. Se cree en el lapso de dos siglos desde 1580 hasta 1780, los piratas de BerberГa capturaron y esclavizaron mГЎs de dos millones de personas. Lo tomarГan todo de vuelta a su reino en el Norte de ГЃfrica. Esto pasГі por siglos. ВїY quГ© creen que hicieron las naciones Europeas a cambio?”
“¡Declararon la guerra!” gritó el estudiante de atrás.
Una chica tГmida con anteojos de montura de cuerno levantГі su mano levemente y preguntГі, “¿Acordaron un tratado?”
“De alguna forma”, respondiГі Lawson. “Los poderes Europeos acordaron pagar tributo a las naciones de BerberГa, en forma de grandes sumas de dinero y bienes. Estoy hablando de Portugal, EspaГ±a, Francia, Alemania, Suecia, los PaГses Bajos… todos les pagaban a los piratas para mantenerlos alejados de sus botes. El rico se volviГі mГЎs rico, y los piratas retrocedieron… en su mayorГa. Pero entonces, a finales del siglo dieciocho y a principios del siglo diecinueve, algo pasГі. Un evento ocurriГі que serГa el catalizador para el fin de los piratas de BerberГa. ВїAlguien quiere aventurarse a adivinar?”
Nadie hablГі. A su derecha, Lawson descubriГі a un chico desplazГЎndose en su telГ©fono.
“Sr. Lowell”, el dijo. El chico prestó atención. “¿Alguna conjetura?”
“Um… ¿Estados Unidos pasó?”
Lawson sonrió. “¿Me estás preguntando o me estás diciendo?” Ten confianza en tus respuestas y el resto de nosotros al menos pensaremos que sabes de lo que estás hablando”.
“Estados Unidos pasó”, el dijo de nuevo, esta vez más enfáticamente.
“¡AsГ es! Estados Unidos pasГі. Pero, como sabrГЎn, apenas Г©ramos un pichГіn naciГіn en ese momento. AmГ©rica era mГЎs joven que la mayorГa de ustedes. Tuvimos que establecer rutas de comercio con Europa para impulsar nuestra economГa pero, los piratas de BerberГa, empezaron a tomar nuestros barcos. Cuando dijimos: вЂ?ВїQuГ© demonios chicos?’ ellos demandaron tributo. Nosotros apenas tenГamos una tesorerГa, y mucho menos algo en ella. Nuestra alcancГa de cerdito estaba vacГa. ВїEntonces quГ© opciГіn tenГamos? ВїQuГ© podГamos hacer?”
“¡Declarar la guerra!” se oyó un grito familiar desde la parte trasera del salón.
“¡Precisamente! No tuvimos otra opciГіn que declarar la guerra. Ahora, Suecia estuvo peleando contra los piratas por un aГ±o, y juntos, entre 1801 y 1805, tomamos el Puerto de TrГpoli y capturamos la ciudad de Derna, terminando efectivamente el conflicto”. Lawson se apoyГі en el borde de su escritorio y cruzГі sus manos delante de Г©l. “Por supuesto, eso es pasar por alto muchos detalles, pero esta es una clase de historia Europea, no de historia Estadounidense. Si tienes la oportunidad, deberГas leer algo del teniente Stephen Decatur y la USS Philadelphia. Pero divago. ВїPor quГ© estamos hablando de piratas?”
“¿Por quГ© los piratas son geniales?” dijo Lowell, que desde entonces habГa alejado su telГ©fono.
Lawson soltГі una risita. “No puedo estar en desacuerdo. Pero no, ese no es el punto. Estamos hablando de piratas porque la Guerra Tripolitana representa algo que rara vez hemos visto en los relatos de la historia”. Г‰l se mantuvo firme, escaneando el salГіn y haciendo contacto visual con varios estudiantes. Al menos ahora, Lawson pudo ver la luz en sus ojos, un vistazo de que la mayorГa de los estudiantes estaban vivos estГЎ maГ±ana… y atentos. “Por siglos literales, ninguno de los poderes Europeos querГa levantarse contra las naciones de BerberГa. Era mГЎs fГЎcil sГіlo pagarles. Le tomГі a Estados Unidos — quien era, en ese momento, un chiste para la mayorГa de naciones desarrolladas — ser el cambio. TomГі un acto de desesperaciГіn de una naciГіn que estaba sin esperanza y graciosamente desarmada, para traer un cambio en la dinГЎmica de poder de la ruta comercial mГЎs valiosa del mundo en ese momento. Y ahГ recae la lecciГіn”.
“¿No se metan con Estados Unidos?” alguien ofreció.
Lawson sonriГі. “Bueno sГ”. Г‰l sostuvo su dedo en el aire para expresar su punto. “Pero ademГЎs, esa desesperaciГіn y una pronunciada falta de opciones viables, puede y ha, histГіricamente, llevado a algunos de los mГЎs grandes triunfos que el mundo haya visto. La historia nos ha enseГ±ado una y otra vez, que no hay rГ©gimen tan grande que no sea derribado, ningГєn paГs es demasiado pequeГ±o o dГ©bil para hacer una diferencia real”. Г‰l guiГ±Гі el ojo. “Piensen en eso la prГіxima vez que sientan que sГіlo son algo mГЎs que una mancha en este mundo”.
Al final de la clase, habГa una marcada diferencia entre los estudiantes cansados, los arrastrados que habГan entrado y los que reГan y conversaban que llenaban el salГіn de lectura. Una chica de cabello rosado se detuvo en su escritorio de camino para sonreГr y comentar: “Buena charla Profesor. ВїCuГЎl era el nombre del teniente Estadounidense que usted mencionГі?”
“Oh, ese era Stephen Decatur”.
“Gracias”. Ella lo anotó y salió corriendo del salón.
“¿Profesor?”
Lawson mirГі hacia arriba. Era el estudiante de segundo aГ±o de la primera fila. “SГ, ВїSr. Garner? ВїQuГ© puedo hacer por usted?”
“Me preguntaba si podГa pedirle un favor. Estoy aplicando para un internado en el Museo de Historia Natural, y… esto, podrГa utilizar una carta de recomendaciГіn”.
“Seguro, no hay problema. ВїPero, acaso no es usted un mayor en antropologГa?”
“SГ. Pero, uh, pensГ© que una carta de su parte tendrГa algo mГЎs de peso, Вїusted sabe? Y, esto…” El chico mirГі a sus zapatos. “Esta es mi clase favorita”
“Tu clase favorita hasta ahora”. Lawson sonrió. “Estaré feliz de hacerlo. Tengo algo para ti mañana — oh, en realidad, tengo un compromiso importante esta noche y no puedo faltar. ¿Qué tal el Viernes?”
“No hay apuro. El viernes está genial. Gracias Profesor. ¡Nos vemos!” Garner salió corriendo del salón, dejando solo a Lawson.
El levantГі la mirada alrededor del auditorio vacГo. Este era su momento favorito del dГa entre clases — la satisfacciГіn presente del mezclado anterior con la anticipaciГіn del siguiente.
Su telГ©fono sonГі. Era un texto de Maya. ВїEn casa a las 5:30?
SГ, el respondiГі. No me lo perderГa. El “compromiso importante” esa tarde era una noche de juegos en la casa de Lawson. El apreciaba su tiempo de calidad con sus dos hijas.
Bien, texteГі su hija de regreso. Tengo noticias.
ВїQuГ© noticias?
MГЎs tarde ella respondiГі. Г‰l frunciГі el ceГ±o ante el vago mensaje. Repentinamente el dГa se iba a sentir muy largo.
*
Lawson empacГі su bolso de mensajero, se puso su abrigo de inverno y se apresurГі al estacionamiento, ya que su dГa de enseГ±anza habГa llegado a su final. Febrero en Nueva York solГa ser muy frГo y Гєltimamente ha sido peor. El viento mГЎs leve era absolutamente abrasador.
Г‰l encendiГі el carro y lo dejГі calentar por unos minutos, juntando sus manos sobre su boca y soplando aliento caliente sobre sus dedos congelados. Este era su segundo invierno en Nueva York, y no parecГa que se estaba aclimatando a un ambiente mГЎs frГo. En Virginia el pensaba que cuatro grados en Febrero era frГgido. Al menos no estГЎ nevando, Г©l pensГі. El lado positivo.
El viaje desde el campus de Columbia a casa era de sГіlo siete millas, pero el trГЎfico a esta hora del dГa era pesado y los compaГ±eros viajeros eran generalmente irritantes. Reid mitigГі eso, con los audiolibros que su hija mayor le habГa entregado recientemente. Г‰l estaba haciГ©ndose camino a travГ©s de El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, sin embargo, Г©l apenas escuchaba las palabras el dГa de hoy. Pensaba sobre el mensaje encriptado de Maya.
El hogar de Lawson era un bГєngalo de dos pisos con ladrillos marrones en Riverdale, en el extremo del norte del Bronx. Amaba el vecindario bucГіlico, suburbano — la proximidad de la ciudad y la universidad, las sinuosas calles que daban paso a amplios bulevares al sur. Las chicas lo amaban tambiГ©n y, si Maya era aceptada en Columbia o incluso en su escuela de seguridad en NYU, ella no tendrГa que salir de casa.
Reid supo inmediatamente que algo era diferente cuando entrГі a la casa. PodГa olerlo en el aire y escuchГі voces que venГan de la cocina al final del pasillo. Г‰l dejГі su bolso de mensajero y se quitГі silenciosamente su chaqueta deportiva antes de salir del vestГbulo en puntillas.
“¿Qué demonios está sucediendo aqu�” él preguntó en forma de saludo.
“¡Hola Papi!” Sara, su hija de catorce aГ±os, saltГі sobre las puntas de sus pies mientras observaba a Maya, su hermana mayor, realizar un ritual sospechoso sobre un plato de hornear de PГrex. “¡Estamos haciendo la cena!”
“Estoy haciendo la cena”, murmuró Maya sin mirar hacia arriba. “Ella es un espectador.”
Reid pestañeó con sorpresa. “Está bien. Tengo preguntas.” Él miró sobre el hombro de Maya mientras ella aplicaba un glaseado purpurino a una fila ordenada de chuletas de cerdo. “Comenzando con… ¿huh?”
Maya todavГa no levantaba la vista. “No me mires asГ”, dijo ella. “Si van a hacer que economГa domГ©stica sea una clase obligatoria, le voy a dar algo de uso”. Finalmente ella mirГі hacia Г©l y sonriГі levemente. “Y no te acostumbres”.
Reid levantó sus manos defensivamente. “De ninguna manera”.
Maya tenГa diecisГ©is y era peligrosamente inteligente. Ella claramente habГa heredado el intelecto de su madre; tenГa el cabello oscuro de Reid, una sonrisa pensativa y un talento para lo dramГЎtico. Sara, por otro lado, consiguiГі su aspecto enteramente de Kate. A medida que se convirtiГі en una adolescente, a veces a Reid le dolГa verla a la cara, aunque nunca la dejaba de ver. Ella tambiГ©n adquiriГі el temperamento ardiente de Kate. La mayorГa del tiempo, Sara era toda un encanto, pero de vez en cuando ella podГa detonar y las consecuencias podrГan ser devastadoras.
Reid observaba perplejo como las niГ±as ponГan la mesa y servГan la cena. “Maya, esto se ve asombroso”, el comentГі.
“Oh, espera. Una cosa más”. Ella retiró algo de la nevera — una botella marrón. “El Belga es tu favorito, ¿verdad?”
Reid entrecerró los ojos. “¿Cómo lo…?”
“No te preocupes, hice que tГa Linda lo comprara”. Ella abriГі la tapa y sirviГі la cerveza en un vaso. “Bien. Ahora podemos comer”.
Reid estaba extremadamente agradecido con la hermana de Kate, Linda, sГіlo hace unos pocos minutos. Lograr su profesorado asociado mientras criaba a dos niГ±as hasta la adolescencia hubiese sido una tarea imposible sin ella. Fue uno de los principales motivadores para mudarse a Nueva York, para que las niГ±as tuvieran una influencia femenina positiva cerca de ellas. (Sin embargo tenГa que admitir, que no le gustaba que Linda le comprara una cerveza a su hija, sin importar para quien era).
“Maya, esto es increГble”, Г©l derramГі luego del primer bocado.
“Gracias. Es un glaseado de chipotle”.
El limpió su boca, dejó su servilleta y preguntó: “Está bien, sospecho. ¿Qué hiciste?
“¿Qué? ¡Nada!” ella insistió.
“¿Qué rompiste?”
“Yo no…”
“¿Te suspendieron?”
“Papá, por favor…”
Reid, melodramáticamente, sujetó la mesa con ambas manos. “Oh Dios, no me digas que estás embarazada. Ni siquiera poseo una escopeta”.
Sara se riГі.
“¿PodrГas detenerte?” Maya resoplГі. “¿Sabes? Tengo permitido ser amable”. Comieron en silencio por un minuto mГЎs o menos, antes de que ella casualmente agregara: “Pero, ahora que lo mencionas…”
“Oh, diablos. Aquà viene.”
Ella aclarГі su garganta y dijo: “TendrГ© algo cГіmo una cita. Para el dГa de San ValentГn”.
Reid casi se ahoga con su chuleta.
Sara sonriГі satisfecha. “Te lo dije Г©l serГa raro al respecto”.
Г‰l se recuperГі y levantГі una mano. “Espera, espera. No estoy siendo raro. SГіlo que lo pensé… No sabГa que estabas, eh… ВїEstГЎn saliendo?”
“No”, dijo Maya rГЎpidamente. Entonces ella encogiГі los hombros y mirГі su plato. “QuizГЎs. No lo sГ© todavГa. Pero Г©l es un gran chico y quiere llevarme a cenar en la ciudad…”
“En la ciudad”, repitió Reid.
“SГ, PapГЎ, en la ciudad. Y necesitarГ© un vestido. Es un lugar lujoso. En realidad no tengo nada que ponerme”.
Hubo muchas ocasiones en las que Reid deseГі desesperadamente que Kate estuviese ahГ, pero quizГЎs esto podrГa haberlas superado. Siempre habГa asumido que sus hijas tendrГan citas en algГєn punto, pero el esperaba que no fuera sino hasta que tuviesen veinticinco. En tiempos como estos, el recurrГa a su acrГіnimo de padre favorito, QDK — ВїQuГ© dirГa Kate? Como un artista y un espГritu decididamente libre, ella probablemente habrГa manejado la situaciГіn muy diferente de lo que Г©l lo harГa, y el tratГі de mantenerse consciente de ello.
Él debió parecer particularmente preocupado, porque Maya se rió un poco y puso sus manos en las de él. “¿Estás bien, Papá? Es sólo una cita. Nada va a suceder. No es gran cosa”.
“SГ”, Г©l dijo lentamente. “Tienes razГіn. Por supuesto, no es gran cosa. Podemos ver si tГa Linda puede llevarte al centro comercial este fin de semana y…”
“Quiero que tú me lleves”.
“¿Tú quieres?”
Ella se encogiГі. “Me refiero, no querrГa adquirir nada con lo que no estГ©s de acuerdo”.
Un vestido, cena en la ciudad y un chico… esto no era nada con lo que él realmente antes hubiese considerado lidiar.
“Está bien entonces”, él dijo. “Iremos el Sábado. Pero tengo una condición — voy a elegir el juego de esta noche”.
“Hmm”, dijo Maya. “Podemos hacer un trato. Déjame consultarlo con mi socio”. Maya se volteó hacia su hermana.
Sara asistió. “Bien. Siempre que no sea Risk”.
Reid se burló. “No sabes de lo que estás hablando. Risk es lo mejor”.
DespuГ©s de cenar, Sara limpiГі los platos mientras Maya hacia chocolate caliente. Reid colocГі uno de sus favoritos, Ticket to Ride, un juego clГЎsico acerca de construir rutas de trenes por todo Estados Unidos. Mientras acomodaba las cartas y los trenes de plГЎstico, Г©l se encontrГі asГ mismo pensando cuando esto habГa pasado. ВїCuГЎndo Maya habГa crecido tan rГЎpido? En los Гєltimos dos aГ±os, desde que Kate falleciГі, Г©l ha tenido el rol de ambos padres (con la ayuda muy apreciada de su tГa Linda). Ambas aГєn lo necesitaban o eso parecГa, pero no tardarГan mucho para irse a la universidad y luego sus carreras, y entonces…
“¿PapГЎ?” Sara entrГі al comedor y tomГі asiento frente a Г©l. Como si leyera su mente, ella dijo: “No te olvides, tengo un show de arte en la escuela el prГіximo MiГ©rcoles por la noche. EstarГЎs allГ, Вїverdad?”
El sonriГі. “Por supuesto cariГ±o. No me lo perderГa”. El aplaudiГі. “¡Ahora! QuiГ©n estГЎ listo para ser demolido — Quiero decir, ВїquiГ©n estГЎ listo para jugar un juego familiar?”
“Adelante, viejo”, Maya dijo desde la cocina.
“¿Viejo?” Reid dijo indignado. “¡Tengo treinta y ocho!”
“Y lo ratifico”. Ella se rió mientras entraba al comedor. “Oh, el juego del tren”. Su mueca se disolvió en una delgada sonrisa. “Este era el favorito de mamá, ¿verdad?”
“Oh… sГ”. Reid frunciГі el ceГ±o. “Era”.
“¡Soy el azul!” Sara anunció, agarrando las piezas.
“Naranja”, dijo Maya. “Papá, ¿qué color? Papá, ¿hola?”
“Oh”. Reid salió de sus pensamientos. “Lo siento. Uh… verde”.
Maya empujГі algunas piezas hacia ella. Reid forzГі una sonrisa, sin embargo, sus pensamientos eran turbulentos.
*
DespuГ©s de dos juegos, de los cuales ambos ganГі Maya, las chicas se fueron a la cama y Reid se retirГі a su estudio, una habitaciГіn pequeГ±a en el primer piso, justo al lado del vestГbulo.
Riverdale no era un ГЎrea econГіmica, pero era importante para Reid asegurarse de que sus niГ±as tuvieran un ambiente seguro y feliz. SГіlo habГan dos dormitorios, asГ que Г©l reclamГі el estudio en el primer piso como su oficina. Todos sus libros y objetos memorables estaban amontonados en casi cada centГmetro disponible del cuarto de diez por diez. Con su escritorio y un sillГіn de cuero, solamente un pequeГ±o parche de alfombra desgastada estaba visible.
Г‰l se quedaba dormido con frecuencia en ese sillГіn, despuГ©s de largas noches tomando notas, preparando lecturas y releyendo biografГas. Estaba comenzando a darle problemas de espalda. Pero, si era honesto consigo mismo, no lo hacГa mГЎs dormir en su propia cama. El lugar quizГЎs haya cambiado — las niГ±as y Г©l se mudaron a Nueva York poco despuГ©s del fallecimiento de Kate — pero todavГa tenГa el colchГіn y el marco matrimonial que habГa sido de ellos, de Kate y de Г©l.
Г‰l habrГa pensado que a estas alturas el dolor de perder a Kate podrГa haberse desvanecido, al menos ligeramente. A veces lo hacГa, temporalmente, y entonces pasaba por su restaurante favorito o echaba un vistazo a una de sus pelГculas favoritas en la TV y volvГa con fuerza, tan fresco como si hubiese pasado ayer.
Si cualquiera de las chicas experimentaba lo mismo, ellas no hablarГan de ello. De hecho, con frecuencia hablaban de ella abiertamente, algo que Reid todavГa no era capaz de hacer.
HabГa una foto de ella en uno de sus estantes, tomada en una boda de un amigo hace una dГ©cada. La mayorГa de las noches, el marco serГa girado hacia atrГЎs, o de lo contrario, pasarГa la tarde entera mirГЎndolo fijamente.
QuГ© increГblemente injusto podГa ser el mundo. Un dГa, ellos lo tenГan todo — un lindo hogar, niГ±os maravillosos, grandes carreras. VivГan en McLean, Virginia; Г©l trabajaba como profesor adjunto en la cercana Universidad de George Washington. Su trabajo lo tenГa viajando constantemente a seminarios y cumbres y como lector invitado, en Historia Europea, a escuelas por todo el paГs. Kate estaba en el departamento de restauraciones del Museo Smithsoniano de Arte Americano. Sus hijas estaban floreciendo. La vida era perfecta.
Pero como la frase famosa de Robert Frost, “nada dorado permanece”. Una tarde invernal Kate se desmayГі en el trabajo — al menos eso fue lo que creyeron sus compaГ±eros cuando ella repentinamente se blandeГі y se cayГі de su silla. Llamaron a una ambulancia, pero ya era demasiado tarde. Ella fue declarada muerta al llegar al hospital. Una embolia, ellos dijeron. Un coГЎgulo de sangre habГa viajado a su cerebro y causado un accidente cerebro vascular isquГ©mico. Los doctores usaban tГ©rminos mГ©dicos apenas comprensibles siempre que daban una posible explicaciГіn, como si de alguna manera suavizara el golpe.
Lo peor de todo, Reid estaba ausente cuando pasГі. Г‰l estaba en un seminario de pregrado en Houston, Texas, dando charlas acerca de la Edad Media cuando recibiГі la llamada.
AsГ fue como descubriГі que su esposa habГa muerto. Una llamada telefГіnica, fuera de un salГіn de conferencias. DespuГ©s llegГі el vuelo a casa, los intentos de consolar a sus hijas en medio de su propio dolor devastador, y eventualmente se mudaron a Nueva York.
Г‰l se levantГі de la silla y volteГі la foto. No le gustaba pensar acerca de todo eso, el final y las consecuencias. Г‰l querГa recordarla asГ, como en la foto, Kate en su esplendor. Eso es lo que escogiГі recordar.
HabГa algo mГЎs, algo en la esquina de su consciencia — algГєn tipo de recuerdo fugaz trataba de salir a la superficie mientras miraba fijamente la foto. Se sentГa casi como un dГ©jГ vu, pero no del momento presente. Era como si su subconsciente tratara de decirle algo.
Un golpe repentino en la puerta lo devolviГі a la realidad. Reid titubeГі, pensando quien podrГa ser. Era casi medianoche; las chicas ya tenГan varias horas en la cama. El fuerte golpe vino de nuevo. Preocupado de que pudiese despertar a las niГ±as, Г©l se apresurГі a responder. DespuГ©s de todo, el vivГa en un vecindario seguro y no tenГa razГіn para temer abrir su puerta, siendo medianoche o no.
El fuerte viento invernal no fue lo que lo congelГі en sus pasos. El mirГі sorprendido a tres hombres del otro lado. Ellos eran claramente del Medio Oriente, cada uno con piel oscura, una barba negra y ojos hundidos, vestidos con chaquetas gruesas color negro y botas. Ambos que flanqueaban cada lado de la salida, eran grandes y larguiruchos; el tercero, detrГЎs de ellos, era corpulento y de hombros anchos, con un ceГ±o claramente pronunciado.
“Reid Lawson”, dijo el hombre alto a su izquierda. “¿Es usted?” Su acento sonГі IranГ, pero no era pesado, lo cual sugiere que habГa pasado una cantidad considerable de tiempo en los Estados Unidos.
La garganta de Reid se sintió seca cuando vio, sobre sus hombros, una camioneta gris estacionada en la calle, sus luces estaban apagadas. “Um. Lo siento”, les dijo. “Deben tener la casa equivocada”.
El hombre alto a su derecha, sin quitar los ojos de Reid, levantГі su celular para que sus dos compaГ±eros lo vieran. El hombre a su derecha, el que hacГa las preguntas, asintiГі una vez.
Sin previo aviso, el corpulento se lanzГі hacia adelante, engaГ±osamente rГЎpido para su tamaГ±o. Una mano carnosa llegГі a la garganta de Reid. Reid se retorciГі accidentalmente fuera de su alcance, tambaleГЎndose hacia atrГЎs y casi tropezando con sus propios pies. Г‰l se recuperГі, tocando el suelo embaldosado con la punta de sus dedos.
Mientras se deslizaba hacia atrГЎs para recuperar el equilibrio, los tres hombres entraron en la casa. Г‰l entro en pГЎnico, pensando sГіlo en las niГ±as durmiendo en su cama subiendo las escaleras.
Se volteГі y corriГі a travГ©s del vestГbulo, hacia la cocina y se deslizo alrededor de la isla. Г‰l mirГі por encima de su hombro — los hombres lo perseguГan. TelГ©fono, pensГі desesperadamente. Estaba encima de su escritorio en el estudio, y sus asaltantes bloqueaban el camino.
Г‰l tenГa que alejarlos de la casa, y lejos de las niГ±as. A su derecha estaba la puerta del patio trasero. La abriГі y corriГі hacia la cubierta. Uno de los hombres maldijo en una lengua extranjera — ГЃrabe, supuso — mientras lo perseguГan. Reid saltГі sobre el pasamanos de la cubierta y cayГі en el pequeГ±o patio trasero. Un golpe de dolor recorriГі su tobillo con el impacto, pero lo ignorГі. RodeГі la esquina de la casa y se estrellГі contra la fachada de ladrillo, tratando desesperadamente de calmar su respiraciГіn entrecortada.
El ladrillo estaba helado al toque y la leve brisa invernal cortГі a travГ©s de Г©l como un cuchillo. Sus dedos de los pies estaban entumecidos — habГa salido de la casa sГіlo en calcetines. Los escalofrГos le hormigueaban sus extremidades de arriba abajo.
PodГa escuchar a los hombres susurrГЎndose entre sГ, con voz ronca y urgentemente. Г‰l contГі las distintas voces — uno, dos y luego tres. Ellos estaban fuera de la casa. Bien; significa que estaban sГіlo tras Г©l y no por las niГ±as.
Necesitaba conseguir un telГ©fono. No podГa regresar a la casa sin poner en peligro a sus chicas. No podГa golpear la puerta de un vecino. Espera — habГa un cajetГn amarillo de llamadas de emergencia montado en un poste telefГіnico bajando la cuadra. Si pudiera llegar hasta allГ…
RespirГі profundamente y corriГі por el oscuro patio, desafiГЎndose a entrar en el halo de luz emitido por los faroles de arriba. Su tobillo latГa en protesta y la conmociГіn por el frГo le provocГі picaduras en los pies, pero se obligГі a sГ mismo a moverse lo mГЎs rГЎpido que pudiera.
Reid mirГі sobre su hombro. Uno de los hombres altos lo habГa descubierto. Г‰l gritГі a sus compaГ±eros pero no lo persiguieron. ExtraГ±o, pensГі Reid, pero no se detuvo a cuestionarlo.
LlegГі al cajetГn amarillo de llamadas de emergencia, lo abriГі y apretГі el pulgar contra el botГіn rojo, el cual enviarГa una alerta al despacho local del 911. Г‰l mirГі por encima de su hombro otra vez. No pudo ver a ninguno de ellos.
“¿Hola?” siseó por el intercomunicador. “¿Alguien puede escucharme?” ¿Dónde estaba la luz? Se supone que haya una luz cuando el botón de llamada sea presionado. ¿Esta cosa siquiera está funcionando? “Mi nombre es Reid Lawson, tres hombres me persiguen, vivo en…”
Una fuerte mano agarrГі un puГ±ado del corto cabello castaГ±o de Reid y tirГі hacia atrГЎs. Sus palabras quedaron atrapadas en su garganta y escaparon como un poco mГЎs que un ronco jadeo.
Lo siguiente que supo, fue que tenГa una tela ГЎspera sobre su cara que lo cegaba — una bolsa en su cabeza — y al mismo tiempo, sus brazos forzados detrГЎs de su espalda y cerrados con esposas. Г‰l tratГі de resistirse, pero las fuertes manos lo sujetaban firmemente, doblando sus muГ±ecas casi al punto de romperlas.
“¡Esperen!” logrГі gritar. “Por favor…” Un impacto golpeГі su abdomen tan fuerte que el aire saliГі de sus pulmones. No podГa respirar, menos hablar. Mientras se mareaba, colores nadaban en sus visiones mientras casi se desmaya.
Entonces, estaba siendo arrastrado, sus calcetines raspaban el pavimento de la acera. Lo empujaron hacia la camioneta y cerraron la puerta detrГЎs de Г©l. Los tres hombres intercambiaron palabras guturales extranjeras entre ellos que sonaban acusatorias.
“¿Por qué…?” Reid finalmente se sofocó.
SintiГі el punzГіn agudo de una aguja en la parte superior de su brazo, y luego el mundo se desvaneciГі.
CAPГЌTULO DOS
Cegado. FrГo. Retumbado, ensordecido, zarandeГЎndose, adolorido.
Lo primero que notГі Reid mientras se despertaba, era que el mundo era negro — no podГa ver. El olor agrio del combustible llenГі sus fosas nasales. TratГі de mover sus palpitantes extremidades, pero sus manos estaban atadas detrГЎs de Г©l. Se estaba congelando, pero no habГa brisa; sГіlo aire frГo, como si estuviese sentado en un refrigerador.
Lentamente, como si atravesara una niebla, los recuerdos de lo que habГa ocurrido regresaron a Г©l. Los tres hombres del Medio Oriente. Una bolsa sobre su cabeza. Una aguja en su brazo.
Г‰l entrГі en pГЎnico, tirando de sus ataduras y agitando las piernas. El dolor abrasГі sus muГ±ecas, donde el metal de las esposas se clavГі en su piel. Su tobillo pulsaba, enviando ondas de choque sobre su pierna izquierda. HabГa una intensa presiГіn en sus oГdos y no podГa oГr nada mГЎs que el rugido del motor.
Por solo una fracciГіn de segundo, Г©l sintiГі una sensaciГіn de vacГo en su estГіmago — como resultado de una negativa aceleraciГіn vertical. Estaba en un aviГіn. Y, por el sonido de este, no era un aviГіn comГєn de pasajeros. El ruido, el sonido intensamente fuerte del motor, el olor a combustible… se dio cuenta de que deberГa estar en un aviГіn de carga.
ВїCuГЎnto tiempo tenГa inconsciente? ВїCon quГ© le dispararon? ВїEstaban las chicas a salvo? Las niГ±as. Lagrimas punzaban sus ojos mientras esperaba que estuvieran a salvo, que la policГa hubiese escuchado su mensaje lo suficiente y que las autoridades habrГan sido enviadas a la casa…
Se retorciГі en su asiento de metal. Sin importar el dolor y la ronquera de su garganta, se aventurГі a hablar.
“¿H-hola?” saliГі casi como un susurro. AclarГі su garganta y tratГі de nuevo. “¿Hola? ВїAlguien…?” Se dio cuenta de que el ruido del motor lo opacarГa de cualquiera que no estuviera sentado a su lado. “¡Hola¡” tratГі de gritar. “Por favor… alguien dГgame que está…”
Una ГЎspera voz masculina le silbГі en ГЃrabe. Reid retrocediГі; el hombre estaba cerca, no mГЎs de unos pocos pies de distancia.
“Por favor, solo dГgame que estГЎ pasando”, Г©l suplicГі. “¿QuГ© estГЎ pasando? ВїPor quГ© estГЎn haciendo esto?”
Otra voz le gritГі en ГЃrabe de modo amenazador, esta vez a su derecha. Reid se contrajo ante la fuerte reprimenda. EsperГі que el temblor del aviГіn enmascarara el de sus extremidades.
“Tienen a la persona equivocada”, dijo. “¿Qué es lo que quieren? ¿Dinero? No tengo mucho pero puedo — ¡esperen!” Una mano fuerte se encerró alrededor de su brazo en un agarre claro y, en un instante después, fue arrancado de su asiento. Se tambaleó, tratando de levantarse, pero la inestabilidad del avión y el dolor de su tobillo pudieron más que él. Sus rodillas se doblaron y cayó de costado.
Algo sГіlido y pesado lo golpeГі en la secciГіn media. Un dolor de telaraГ±a sobre su torso. TratГі de protestar, pero de su voz sГіlo salieron sollozos incomprensibles.
Otra bota lo pateГі en la espada. Otra mГЎs, en la barbilla.
Sin importar la horrible situaciГіn, un pensamiento bizarro golpeГі a Reid. Estos hombres, sus voces, estos golpes sugieren que todo sea una venganza personal. No sГіlo se sentГa atacado. Se sentГa detestado. Estos hombres estaban molestos — y su rabia estaba dirigida hacia Г©l como la punta de un lГЎser.
El dolor disminuyГі, lentamente, y dio paso a un frГo entumecimiento que engullГa su cuerpo mientras se desmayaba.
*
Sufrimiento. Agudo, palpitante, dolor, ardor.
Reid despertГі de nuevo. Los recuerdos del pasado… no sabГa cuГЎnto tiempo habГa pasado, tampoco sabГa si era de dГa o de noche, y que si donde estaba era de dГa o de noche. Pero los recuerdos regresaron, inconexos, como simples cuadros cortados de un rollo de pelГcula y dejados en el suelo.
Tres hombres.
El cajetГn de emergencia
La camioneta.
El aviГіn.
Y ahora…
Reid se atreviГі a abrir sus ojos. Era difГcil. Los parpados se sentГan como si estuviesen pegados. Incluso debajo de la delgada piel, podГa ver que habГa una luz brillante y severa, esperando del otro lado. PodГa sentir el calor en su cara, y veГa la red de pequeГ±os capilares a travГ©s de sus parpados.
Г‰l echГі un vistazo. Todo lo que podГa ver era una luz implacable, brillante y blanca, y que ardГa en su cabeza. Dios, esta cabeza duele. Trato de gruГ±ir y descubriГі, a travГ©s de una nueva dosis elГ©ctrica de dolor, que su quijada dolГa tambiГ©n. Su lengua se sentГa gorda y seca, y probГі un montГіn de centavos. Sangre.
Sus ojos, se dio cuenta — que habГan sido difГciles de abrir porque estaban, de hecho, pegados. El lado de su cara se sentГa caliente y pegajoso. La sangrГa le habГa corrido por su frente y en sus ojos, sin duda por haber sido pateado hasta desmayarse en el aviГіn.
Pero podГa ver la luz. La bolsa habГa sido removida de su cabeza. Si era algo bueno o no, quedaba por verse.
Mientras se ajustaban sus ojos, tratГі de nuevo mover sus manos en vano. AГєn seguГan atadas, pero esta vez, no por esposas. Cuerdas gruesas y abultadas lo sujetaban en su lugar. Sus tobillos, tambiГ©n estaban atados a una silla de madera.
Finalmente sus ojos se ajustaron a la dureza de la luz y se formaron contornos confusos. Estaba en un pequeГ±o cuarto sin ventanas con paredes disparejas de concreto. Estaba caliente y hГєmedo, suficiente para que el sudor le picara en la nuca, sin embargo su cuerpo se sentГa frГo y parcialmente entumecido.
No podГa abrir completamente su ojo derecho y doliГі intentarlo. O lo habГan pateado ahГ o sus captores lo habГan golpeado demГЎs mientras estaba inconsciente.
La luz brillante venГa de una lГЎmpara delgada de procedimiento en una base con ruedas delgada y alta, ajustada a su altura y brillando hacia su cara. La bombilla halГіgena brillГі intensamente. Si habГa algo detrГЎs de la lГЎmpara, no podrГa verlo.
Él retrocedió cuando un sonido pesado hizo eco a través de la pequeña habitación — el sonido de un cerrojo se deslizó a un lado. Las bisagras crujieron, pero Reid no pudo ver una puerta. Se cerró de nuevo en un sonido disonante.
Una silueta bloqueaba la luz, cubriГ©ndolo con su sombra mientras se colocaba sobre Г©l. Temblaba, sin atreverse a mirar.
“¿Quién eres?” La voz era masculina, ligeramente más aguda que sus previos captores, pero fuertemente teñida con un acento del Medio Oriente.
Reid abriГі su boca para hablar — para decirles que no era mГЎs que un profesor de historia, que tenГan al hombre equivocado — pero rГЎpidamente recordГі que la Гєltima vez que tratГі de hacerlo, fue pateado en sumisiГіn. En cambio, un pequeГ±o gemido escapГі de sus labios.
El hombre suspirГі y se retirГі de la luz. Algo raspГі contra el piso de concreto, las patas de una silla. El hombre ajustГі la lГЎmpara para que quedara ligeramente lejos de Reid, y luego se sentГі frente a Г©l en la silla, de forma que sus rodillas casi tocaban.
Reid levantГі la mirada lentamente. El hombre era joven, treinta como mucho, con piel oscura y una barba negra cuidadosamente recortada. Llevaba gafas redondas y plateadas y un kufi blanco, una gorra sin ala, redondeada.
La esperanza floreciГі dentro de Reid. Este hombre joven parecГa ser intelectual, no como los salvajes que lo atacaron y sacaron de su casa. QuizГЎs podrГa negociar con este hombre. QuizГЎs estaba a cargo…
“Comenzaremos simple”, el hombre dijo. Su voz era suave y casual, la manera en la que un psicГіlogo hablarГa con un paciente. “¿CuГЎl es tu nombre?”
“L... Lawson”. Su voz se quebrГі al primer intento. TosiГі y estaba un poco alarmado al ver manchas de sangre tocando el suelo. El hombre ante Г©l arrugГі su nariz desagradablemente. “Mi nombre es… Reid Lawson”. ВїPor quГ© me siguen preguntando mi nombre? Ya les habГa dicho. ВїSe equivocГі inconscientemente con alguien?
El hombre suspiró lentamente, entrando y saliendo a través de su nariz. Apoyó sus codos contra sus rodillas y se inclinó hacia adelante, bajando su voz un poco más. “Hay muchas personas que quisieran estar en este cuarto en este momento. Por suerte para ti, solo somos tú y yo. Sin embargo, no estás siendo honesto conmigo, no tendré otra opción sino que invitar… a otros. Y ellos tienden a carecer de mi compasión”. Se sentó derecho. “Asà que te preguntaré de nuevo. ¿Cuál… es… tu… nombre?”
ВїCГіmo podrГa convencerlos de que Г©l era Г©l quien decГan que era? El rito cardiaco de Reid se duplicГі mientras caГa en cuenta de algo que lo azotГі como un golpe en la cabeza. El muy bien podrГa morir en esa habitaciГіn. “¡Estoy diciendo la verdad!” insistiГі. Repentinamente las palabras fluyeron de Г©l como el estallido de una represa. “Mi nombre es Reid Lawson. Por favor, solo dГganme por quГ© estoy aquГ. No sГ© quГ© estГЎ pasando. No he hecho nada…”
El hombre le dio una bofetada a Reid en la boca. Su cabeza se sacudiГі salvajemente. Se quedГі sin aliento mientras la picadura irradiГі a travГ©s de su labio reciГ©n partido.
“Tú nombre”. El hombre limpió la sangre del anillo de oro de su mano.
“T-te lo dije”, balbuceó. “Mi nombre es Lawson”. Él contuvo un sollozo. “Por favor”.
Se atreviГі a mirar. Su interrogador lo mirГі impulsivamente, frГamente. “TГє nombre”.
“¡Reid Lawson!” Reid sintiГі que el calor subГa por su rostro mientras el dolor se convertГa en ira. No sabГa que mГЎs decir, que querГan que dijera. “¡Lawson! ВЎEs Lawson! Puedes revisar mi… mi…” No, no podrГan revisar su identificaciГіn. No tenГa su billetera con Г©l cuando el trГo de Musulmanes se lo llevaron.
Su interrogador desaprobГі, luego llevo su puГ±o huesudo al plexo solar de Reid. El aire de nuevo saliГі de sus pulmones. Por un completo minuto, Reid no pudo tomar aliento; finalmente vino de nuevo en un jadeo irregular. Su pecho quemaba con fiereza. El sudor goteaba por sus mejillas y quemaba su labio partido. Su cabeza colgaba floja, su barbilla entre sus clavГculas, mientras luchaba con una ola de nauseas.
“Tú nombre”, el interrogador repitió con calma.
“Yo… yo no sГ© lo que quieres que te diga”, Reid susurrГі. “No sГ© quГ© es lo que estГЎs buscando. Pero no soy yo.” ВїEstaba perdiendo la cabeza? Estaba seguro de que no habГa hecho nada que merecГa ese tipo de trato.
El hombre con el kufi se inclinГі hacia adelante de nuevo, esta vez tomando la barbilla de Reid gentilmente con dos dedos. LevantГі su cabeza, forzando a Reid a mirarlo a los ojos. Sus labios delgados se estrecharon en una media sonrisa
“Mi amigo”, el dijo, “esto se pondrá mucho, mucho peor antes de que mejore”.
Reid tragГі y probГі cobre al final de su garganta. Г‰l sabГa que la sangre era emГ©tica; alrededor de dos tazas le causarГan el vomito, y ya se sentГa mareado y con nauseas.
“EscГєchame”, implorГі. Su voz sonaba temblorosa y tГmida. “Los tres hombres que me secuestraron, vinieron a Ivy Lane 22, mi hogar. Mi nombre es Reid Lawson. Soy un profesor de historia Europea en la Universidad de Columbia. Soy un viudo, con dos jГіvenes…” Se detuvo. Hasta ahora sus captores no habГan dado ninguna indicaciГіn de que sabГan sobre sus chicas. “Si no es eso lo que estГЎs buscando, no puedo ayudarte. Por favor. Esa es la verdad”.
El interrogador lo mirГі fijamente por un largo momento, sin pestaГ±ear. Luego gritГі algo en ГЃrabe bruscamente. Reid se estremeciГі ante la repentina explosiГіn.
La bisagra se deslizГі de nuevo. Sobre el hombro del hombre, Reid pudo ver sГіlo el contorno de la puerta gruesa cuando se abriГі. ParecГa estar hecha de algГєn tipo de metal, hierro o acero.
Esta habitaciГіn, se diГі cuenta, estaba hecha para ser una celda de prisiГіn.
Una silueta apareció en el camino. El interrogador gritó algo en su lengua nativa y la silueta se desvaneció. Le sonrió a Reid. “Ya veremos”, dijo simplemente.
Hubo un chirrido indicador de unas ruedas, y la silueta reapareciГі, esta vez empujando un carrito de ruedas hacia la habitaciГіn de concreto. Reid reconociГі al portador como el tranquilo y corpulento bruto que vino a su casa, todavГa llevaba el ceГ±o perpetuo.
Sobre el carro habГa una mГЎquina arcaica, una caja marrГіn con docenas de mandos y diales y con gruesos cables negros enchufados a un lado. Al final del lado opuesto, un pergamino de papel blanco con cuatro agujas delgadas presionadas contra Г©l.
Era un polГgrafo — probablemente tan viejo como lo era Reid, pero al final un detector de mentiras. SuspirГі en medio alivio. Al menos sabrГan que estaba diciendo la verdad.
Lo que podrГan hacer con Г©l despuГ©s… no querГa pensar sobre eso.
El interrogador se dispuso a envolver los sensores de Velcro alrededor de los dedos de Reid, un cinturГіn alrededor de su bicep izquierdo y dos cordones sobre su pecho. TomГі asiento de nuevo, sacГі un lГЎpiz de su bolsillo y metiГі la punta rosada del borrador en su boca.
“Sabes qué es esto”, dijo simplemente. “Sabes cómo esto funciona. Si dices algo que no sea la respuesta a mis preguntas, te haremos daño. ¿Entiendes?”
Reid asintiГі una vez. “SГ”.
El interrogador presionГі un botГіn y manipulГі los mandos de la mГЎquina. El bruto ceГ±udo se parГі sobre su hombro, bloqueando la luz de la lГЎmpara y mirando fijamente a Reid.
Las delgadas agujas bailaron levemente contra el pergamino de papel blanco, dejando cuatro trazos negros. El interrogador marcГі la hoja con un garabato, luego devolviГі su frГa mirada hacia Reid. “¿De quГ© color es mi sombrero?”
“Blanco”, Reid respondió con calma.
ВїQuГ© especie eres?
“Humano”. El interrogador establecГa un parГЎmetro para las preguntas que vendrГan — usualmente cuatro o cinco verdades para que Г©l pudiera monitorear las posibles mentiras.
“¿En qué ciudad vives?”
“Nueva York”.
“¿Dónde estás ahora?”
Reid casi tosió. “En u… en una silla. No lo sé”.
El interrogador hizo marcas intermitentes en el papel. “¿Cuál es tu nombre?”
Reid hizo lo mejor para mantener su voz fluida. “Reid. Lawson”.
Los tres hombres ojeaban la mГЎquina. Las agujas continuaban sin perturbarse; no habГa crestas o valles significativos en las lГneas de garabatos.
“¿Cuál es tu ocupación?” pregunto el interrogador.
“Soy un profesor de Historia Europea en la Universidad de Columbia”.
“¿Cuánto tiempo tienes siendo un profesor universitario?”
“Trece años”, Reid respondió honestamente. “Fui profesor asistente por cinco y profesor adjunto en Virginia por otros seis. He sido un profesor asociado en Nueva York por los últimos dos años”.
“¿Alguna vez has estado en Teherán?”
“No”.
“¿Alguna vez has estado en Zagreb?”
“¡No!”
“¿Alguna vez has estado en Madrid?”
“N — sГ. Una vez, alrededor de hace cuatro aГ±os. Estuve allГ por una cumbre, representando a la universidad”.
Las agujas se mantuvieron fluidas.
“¿No lo ven?” Por mГЎs que Reid querГa gritar, luchГі por mantenerse calmado. “Tienen a la persona equivocada. A quien sea que estГ©n buscando, no soy yo”.
Las fosas nasales del interrogador de encendieron, pero por lo demГЎs no hubo reacciГіn. El bruto juntГі sus manos frente a Г©l, sus venas se mantenГan rГgidas contra su piel.
“¿Alguna vez has conocido a un hombre llamado Jeque Mustafar?” el interrogador preguntó.
Reid negó con la cabeza. “No”.
“¡EstГЎ mintiendo!” Un hombre alto, larguirucho entrГі en la habitaciГіn — uno de los otros hombres que habГa asaltado su casa, el mismo que primero le habГa preguntado su nombre. Se sacudiГі en largas zancadas con su mirada hostil dirigida a Reid. “EstГЎ mГЎquina puede ser vencida. Lo sabemos”.
“HabrГa alguna seГ±al” replicГі el interrogador calmadamente. “Lenguaje corporal, sudor, signos vitales… Todo aquГ sugiere que estГЎ diciendo la verdad”. Reid no podГa ayudar pero pensaba que hablaban en InglГ©s por su beneficio.
El hombre alto se volteó y caminó a lo largo de la habitación de concreto, murmurando enojado en Árabe. “Pregúntale sobre Teherán”.
“Lo hice”, el interrogador respondió.
El hombre alto girГі sobre Reid, echando humo. Reid contuvo el aliento, esperando ser golpeado de nuevo.
En cambio, el hombre reanudГі su caminar. DecГa algo rГЎpidamente en ГЃrabe. El interrogador respondiГі. El bruto mirГі fijamente a Reid.
“¡Por favor!” dijo en voz alta sobre su charla. “No soy quien sea que piensen que soy. No tengo recuerdos de nada de lo que preguntan…”
El hombre alto se callГі y sus ojos se expandieron. Casi se golpeo asГ mismo en la frente, y luego le respondiГі con entusiasmo al interrogador. El hombre pasivo en el kufi acariciГі su barbilla.
“Posible”, dijo en Inglés. Se levantó y tomó la cabeza de Reid con ambas manos.
“¿QuГ© es esto? ВїQuГ© estГЎs haciendo?” Reid preguntГі. Las puntas, de los dedos del hombre, Г©l sentГa que bajaban y subГan por su cuero cabelludo.
“Quieto”, dijo el hombre rotundamente. SondeГі la lГnea de su cabello, su cuello, sus orejas — “¡Ah!” dijo bruscamente. Le farfullГі a su cohorte, quien se lanzГі hacia Г©l y tirГі violentamente de la cabeza de Reid a un lado.
El interrogador pasГі un dedo a lo largo del mastoideo izquierdo de Reid, la pequeГ±a secciГіn de un hueso temporal justo detrГЎs de la oreja. HabГa un bulto oblongo debajo de la piel, apenas mГЎs grande que un grano de arroz.
El interrogador le gritГі algo al hombre alto, y este Гєltimo rГЎpidamente saliГі de la habitaciГіn. El cuello de Reid dolГa por el extraГ±o ГЎngulo del cual estaban sosteniendo su cabeza.
“¿Qué? ¿Qué está sucediendo?” preguntó.
“Este bulto, aquГ”, preguntГі el interrogador, moviendo su dedo sobre Г©l de nuevo. “¿QuГ© es esto?”
“Esto es… esto es sólo una protuberancia occipital”, dijo Reid. “La he tenido desde un accidente de automóvil, a mis veinte años”.
El hombre alto regresГі rГЎpidamente, esta vez con una bandeja de plГЎstico. La colocГі sobre el carro, al lado del polГgrafo. Sin importar la poca luz y el extraГ±o ГЎngulo de su cabeza, Reid podГa ver claramente que habГa dentro de la bandeja. Un golpe de miedo apretГі su estГіmago.
La bandeja era hogar de un nГєmero de instrumentos plateados y afilados.
“¿Para qué son esos?” Su voz estaba en pánico. Él se sacudió contra sus ataduras. “¿Qué estás haciendo?”
El interrogador soltГі un breve comando al bruto. Г‰l dio un paso adelante, y el repentino brillo de la lГЎmpara casi cegaba a Reid.
“Esperen… ВЎesperen!” gritГі. “¡Solamente dГganme lo que quieran saber!”
El bruto se apoderó de la cabeza de Reid con sus grandes manos y lo apretó con fuerza, obligándolo a permanecer. El interrogador escogió una herramienta — un bisturà de hoja delgada.
“Por favor no… por favor no…” El aliento de Reid venГa en cortos jadeos. Estaba casi hiperventilando.
“Shh”, dijo el interrogador con calma. “Querrás permanecer como estás. No quisiera cortar tu oreja. Al menos, no por accidente”.
Reid gritГі mientras la cuchilla se deslizaba dentro de la piel de su oreja, pero el bruto lo sostuvo en sГ. Cada musculo de sus extremidades se puso tenso.
Un extraГ±o sonido llego a sus oГdos — una suave melodГa. El interrogador estaba cantando una canciГіn en ГЃrabe mientras cortaba en la cabeza de Reid.
SoltГі el bisturГ sangriento en la bandeja mientras Reid siseaba alientos bajos a travГ©s de sus dientes. Luego el interrogador alcanzГі un par de pinzas de punta de aguja.
“Me temo que este es sólo el comienzo”, murmuró en la oreja de Reid. “La siguiente parte de verdad va a doler”.
Las pinzas sujetaban algo en la cabeza de Reid — ¿era ese su hueso? —y el interrogador tiró.
Reid chillГі en agonГa mientras un dolor candente le atravesГі el cerebro, pulsando en las terminaciones nerviosas. Sus pies se golpearon contra el piso.
El dolor aumento hasta que Reid pensГі que no posiblemente no podrГa aguantar mГЎs. La sangre brotaba de sus orejas y sus propios gritos sonaban como si estuviesen muy lejos. Luego la lГЎmpara de procedimiento se atenuГі y los bordes de su visiГіn se oscurecieron mientras caГa inconscientemente.
CAPГЌTULO TRES
Cuando Reid tenГa veintitrГ©s, estuvo en un accidente de automГіvil. El semГЎforo se puso en verde, facilitando la intersecciГіn. Una camioneta saltГі la luz y se estrellГі contra su lado del pasajero delantero. Su cabeza golpeГі la ventana. Estuvo inconsciente por varios minutos.
Su Гєnica lesiГіn fue una rotura del hueso temporal de su crГЎneo. SanГі bien; la Гєnica evidencia del accidente fue un pequeГ±o bulto detrГЎs de su oreja. El doctor le dijo que era una protuberancia occipital.
Lo gracioso sobre el accidente era que a pesar de que se acordaba del hecho, no podГa acordarse de ningГєn dolor — ni cuГЎndo pasГі, y nada despuГ©s, tampoco.
Pero podГa sentirlo ahora. Mientras recuperaba la conciencia, el pequeГ±o parche de hueso detrГЎs de su oreja izquierda zumbaba de manera torturadora. La lГЎmpara estaba brillando en sus ojos nuevamente. El echГі un vistazo y gimiГі ligeramente. El mover su cabeza en menor cantidad enviaba una nueva picadura por su cuello.
Repentinamente su mente brillГі en algo. La luz brillante en sus ojos no era del todo de la lГЎmpara.
El sol de la tarde ardГa contra un cielo azul sin nubes. Un A-10 Warthog vuela sobre su cabeza, girando a la derecha y sumergiГ©ndose en la altitud sobre los tejados lizos, apagados de Kandahar.
Su visiГіn no era fluida. VenГa en destellos, como varias fotografГas en secuencia; como si estuviese viendo a alguien bailar bajo una luz estrobostГіpica.
Estás de pie en el techo beige de un edificio parcialmente destruido, una tercera parte de él desapareció. Traes la culata a tu hombro, el ojo a la mira y la vista en un hombre debajo…
Reid sacudiГі su cabeza y gruГ±Гі. EstГЎ en la habitaciГіn de concreto, bajo la mirada discerniente de la lГЎmpara de procedimiento. Sus dedos temblaban y sus extremidades sentГan frГo. El sudor corrГa por su frente. Estaba entrando en shock. En su posiciГіn, podГa ver que el hombro izquierdo de su camisa estaba empapado en sangre.
“Protuberancia occipital”, dijo el interrogador con una voz plГЎcida. Luego se riГі con sarcasmo. Una mano delgada apareciГі en el campo de visiГіn de Reid, agarrando el par de pinzas de punta de aguja. Apretado entre sus dientes habГa algo pequeГ±o y plateado, pero Reid no podГa verlo en detalle. Su visiГіn era confusa y la habitaciГіn se inclinaba ligeramente. “¿Sabes quГ© es esto?”
Reid negГі con su cabeza lentamente.
“Debo admitir que solamente he visto esto una vez”, dijo el interrogador. “Un chip de supresión de memoria. Es una herramienta muy útil para personas en tu situación única”. Dejó caer en la bandeja de plástico las pinzas ensangrentabas y el pequeño grano plateado.
“No”, Reid gruГ±Гі. “Imposible”. La Гєltima palabra saliГі como poco mГЎs que un murmullo. ВїSupresiГіn de memoria? Eso era ciencia ficciГіn. Para que eso funcione, tendrГa que afectar todo el sistema lГmbico del cerebro.
El quinto piso del Ritz Madrid. Ajustaste tu corbata negra antes de patear la puerta con un tacón sólido justo encima de la perilla de la puerta. El hombre que está adentro estaba desprevenido; se pone de pie y agarra una pistola del escritorio. Pero antes de que pueda nivelarse, tomas la mano de su pistola y la giras de abajo hacia afuera. La fuerza le rompe la muñeca fácilmente…
Reid sacudiГі la secuencia confusa de su cerebro, mientras el interrogador tomaba asiento en la silla frente a Г©l.
“Me hiciste algo”, murmuró.
“SГ”, el interrogador asintiГі. “Te hemos liberado de tu prisiГіn mental”. Se inclinГі hacia adelante con una sonrisa tensa, buscando algo en los ojos de Reid. “EstГЎs recordando. Esto es fascinante de ver. EstГЎs confundido. Tus pupilas estГЎn anormalmente dilatadas, a pesar de la luz. ВїQuГ© es real, вЂ?Profesor Lawson’?”
El jeque. Por todos los medios necesarios.
“Cuando nuestras memorias nos fallen…”
Гљltimo paradero conocido: Un casa segura en TeherГЎn
“¿Quiénes somos?”
Una bala suena igual en cada idioma… ¿Quién dijo eso?
“¿En quién nos convertimos?”
TГє dijiste eso.
Reid sintiГі que se deslizaba de nuevo en el vacГo. El interrogador lo cacheteГі dos veces, llevГЎndolo de vuelta la habitaciГіn de concreto. “Ahora, podemos continuar en serio. AsГ que te preguntarГ© de nuevo. ВїCuГЎl… es… tu… nombre?”
Entraste solo a la sala de interrogación. El sospechoso está esposado a un cerrojo asegurado en la mesa. Metes la mano en el bolsillo de tu traje y sacas una placa de identificación con forro de cuero y la abres…
“Reid. Lawson”. Su voz era insegura. “Soy un profesor… de historia Europea…”
El interrogador suspirГі decepcionado. LlamГі con un dedo al hombre bruto y ceГ±udo. Un puГ±o pesado se estrellГі contra la mejilla de Reid. Un molar rebotГі por el suelo en una estela de sangre fresca.
Por un momento, no habГa dolor; su cara estaba entumecida, palpitando con el impacto. Luego una fresca y nebulosa agonГa tomГі lugar.
“Nnggh…” tratГі de formar palabras, pero sus labios no se moverГan.
“Te pregunto de nuevo”, dijo el interrogador. “¿Teherán?”
El jeque estaba encerrado en una casa de seguridad disfrazada como una fГЎbrica textil abandonada.
“¿Zagreb?”
Dos hombres IranГes son aprehendidos en una pista de aterrizaje privada, a punto de abordar un aviГіn a ParГs.
“¿Madrid?”
El Ritz, quinto piso: Una celda de dormir con una bomba de maleta. Destino sospechado: La Plaza de Cibeles.
“¿El Jeque Mustafar?”
Г‰l negociГі por su vida. Nos dio todo lo que sabГa. Nombres, lugares, planes. Pero Г©l solo sabГa demasiado…
“Sé que estás recordando”, dijo el interrogador. “Tus ojos te traicionan… Cero”.
Cero. Una imagen apareciГі en su cabeza: Un hombre con gafas de aviador y una chaqueta oscura de motorizado. EstГЎ en la esquina de alguna ciudad Europea. Se mueve con la multitud. Nadie es consciente. Nadie sabe que estГЎ ahГ.
Reid trató de sacudir de nuevo las visiones de su cabeza. ¿Qué le estaba sucediendo? Las imágenes bailaban en su cabeza como secuencias ininterrumpidas, pero se negó a reconocerlas como memorias. Eran falsas. Implantadas, de algún modo. Él era un profesor universitario con dos niñas adolescentes y un hogar humilde en el Bronx…
“Dinos que sabes sobre nuestros planes”, el interrogador demandó rotundamente.
No hablamos. Nunca.
Las voces hicieron eco a travГ©s de la caverna de su menta, una y otra vez. No hablamos. Nunca.
“¡Esto estГЎ tomando mucho tiempo!” gritГі el alto IranГ. “CoacciГіnalo”.
El interrogador suspirГі. Г‰l alcanzГі el carrito de metal — pero no para encender el polГgrafo. En cambio, sus dedos permanecieron sobre la bandeja de plГЎstico. “Generalmente soy un hombre paciente”, le dijo a Reid. “Pero debo admitir, la frustraciГіn de socio es algo contagiosa”. Г‰l agarrГі el bisturГ ensangrentado, la herramienta que habГa usado para cortar el pequeГ±o grano plateado de su cabeza, y gentilmente presionГі la punta de la cuchilla contra los pantalones de mezclilla de Reid, cerca de cuatro pulgadas por encima de la rodilla. “Todo lo que queremos saber es lo que sabes. Nombres. Fechas. A quiГ©n le has dicho lo que sabes. Las identidades de tus compaГ±eros agentes en el campo”.
Morris. Reidigger. Johansson. Nombres destellaron alrededor de su mente y con cada uno vino una cara que nunca habГa visto antes. Un hombre joven con cabello oscuro y una sonrisa arrogante. Un chico de cara redonda y mirada amigable en una camisa blanca almidonada. Una mujer con cabello rubio fluido y ojos grises y acerados.
“Y qué fue del jeque”.
De algГєn modo, Reid se dio cuenta repentinamente de que el jeque en cuestiГіn habГa sido detenido y llevado a un sitio negro en Marruecos. No era una visiГіn. El simplemente sabГa.
Nunca hablamos. Nunca.
Un escalofrГo bajГі por la espina dorsal de Reid mientras el luchaba por mantener algo de cordura.
“Dime”, el interrogador insistió.
“No lo sé”. Las palabras se sintieron extrañas rodando por su lengua hinchada. Él levantó la vista alarmado y vio a los otros hombres sonriéndole.
HabГa entendido la demanda extranjera… y respondiГі de regreso en un impecable ГЃrabe.
El interrogador hundiГі la punta del bisturГ en la pierna de Reid. Г‰l gritГі mientras el cuchillo penetraba el musculo de su muslo. Instintivamente tratГі de alejar su pierna, pero sus tobillos estaban atados a las patas de la silla.
Г‰l apretГі los dientes con fuerza, su mandГbula dolГa en protesta. La herida de su pierna quemaba ferozmente.
El interrogador sonriГі y ladeГі su cabeza ligeramente. “Debo admitir, eres mГЎs fuerte que la mayorГa, Cero”, dijo en InglГ©s. “Desafortunadamente para ti, soy un profesional”. Se agachГі y lentamente le quitГі uno de los calcetines ahora sucios a Reid. “No suelo recurrir a esta tГЎctica a menudo”. Se enderezГі y mirГі a Reid directamente a los ojos. “Esto es lo que va a pasar a continuaciГіn: Voy a cortar pequeГ±as piezas de ti y te mostrarГ© cada una. ComenzarГ© con los dedos de tus pies. Luego los dedos de tus manos. DespuГ©s de eso… veremos donde estamos parados”. El interrogador se arrodillГі y presionГі la cuchilla contra el dedo mГЎs pequeГ±o de su pie derecho.
“Espere”, Reid suplicó. “Por favor, espere”.
Los otros dos hombres en la habitaciГіn se acercaron a ambos lados, observando con interГ©s.
Desesperado, Reid tocГі las cuerdas que sostenГan las muГ±ecas en su lugar. Era un nudo en lГnea con dos lazos opuestos, atados con medio enganche…
Un intenso escalofrГo corriГі desde la base de su espina dorsal hasta sus hombros. El sabГa. De alguna forma el solo sabГa. Tuvo un sentimiento intenso de dГ©jГ vu, como si ya hubiese estado en esa situaciГіn antes — o mГЎs bien, estas visiones dementes, de algГєn modo implantadas en su cabeza, le dijeron que lo habГa hecho.
Pero lo mГЎs importante, Г©l sabГa lo que tenГa que hacer.
“¡Te lo diré!” Reid jadeó. “Te diré lo que quieres saber”.
El interrogador levantГі la mirada. “¿SГ? Bien. Primero, sin embargo, todavГa voy a remover este dedo del pie. No quisiera que creas que estaba blofeando”.
DetrГЎs de la silla, Reid agarrГі su pulgar izquierdo con la mano opuesta. Contuvo el aliento y tirГі con fuerza. SintiГі el chasquido cuando el pulgar se dislocГі. EsperГі a que el dolor agudo e intenso llegara, pero era poco mГЎs que una pulsaciГіn sorda.
Una nueva comprensión lo golpeó — esta no era la primera vez que le pasaba.
El interrogador cortГі la piel de su dedo y Г©l gritГі. Con el pulgar opuesto a su ГЎngulo normal, Г©l deslizГі su mano librГЎndose de sus ataduras. Con un lazo abierto, el otro cediГі.
Sus manos estaban liberadas. Pero no tenГa idea de quГ© hacer con ellas.
El interrogador levantó la mirada y frunció el ceño confundido. “¿Qué…?”
Antes de que pudiera pronunciar otra palabra, la mano derecha de Reid salió disparada y agarró el primer implemento cercano a él — un cuchillo de precisión de mango negro. Mientras el interrogador trató de levantarse, Reid retiró su mano. La hoja del cuchillo recorrió la carótida del hombre.
Ambas manos volaron a su garganta. La sangre brotГі entre sus dedos mientras el interrogador, con los ojos abiertos, colapsaba en el piso.
El enorme bruto gruГ±Гі en furia mientras se lanzaba hacia adelante. Г‰l envolviГі ambas manos carnosas alrededor del cuello de Reid y las exprimiГі. Reid tratГі de pensar, pero el miedo se apoderГі de Г©l.
Lo siguiente que supo, fue que levantГі de nuevo el cuchillo de precisiГіn y lo hundiГі dentro de la muГ±eca del bruto. TorciГі los hombros mientras empujaba, y abriГі una avenida a lo largo del antebrazo del hombre. El bruto gritГі y cayГі, aferrГЎndose a su grave herida.
El hombre alto y delgado miraba sin creerlo. Como antes, en la calle en frente de la casa de Reid, parecГa dudar en acercarse a Г©l. En cambio, buscГі la bandeja de plГЎstico y un arma. AgarrГі un cuchillo de hoja curva y apuГ±alГі directamente al pecho de Reid.
Reid echГі el peso de su cuerpo hacia atrГЎs, tumbando la silla y por poco evitando el cuchillo. Al mismo tiempo, forzГі sus piernas hacia afuera tan fuerte como pudo. Cuando la silla golpeГі el concreto, las patas se separaron del marco. Reid se puso de pie y casi tropezГі, sus piernas estaban dГ©biles.
El hombre alto gritó por ayuda en Árabe y luego cortó el aire indiscriminadamente con el cuchillo, una y otra vez en amplios barridos para mantener a Reid a raya. Reid mantuvo su distancia, observando el girar del cuchillo plateado hipnóticamente. El hombre giró a la derecha y Reid se abalanzó, atrapando el brazo — y el cuchillo — entre sus cuerpos. Su impulso lo llevo hacia adelante y, cuando el Iranà tropezó, Reid se retorció y con destreza cortó a través de la arteria femoral en la parte posterior de su musculo. Plantó un pie y giró el cuchillo en dirección opuesta, perforando la yugular.
No sabГa cГіmo lo supo, pero sabГa que el hombre tenГa alrededor de cuarenta y siete segundos de vida restantes.
Pies golpeaban una escalera cercana. Con los dedos temblando, Reid se deslizГі a la puerta abierta y se aplastГі contra un lado. El primera cosa que atravesГі fue una pistola — inmediatamente la identifico como una Beretta 92 FS — y un brazo le siguiГі, y luego un torso. Reid girГі, atrapГі la pistola en el hueco de su codo e introdujo el cuchillo de precisiГіn entre dos costillas. La hoja perforГі el corazГіn del hombre. Un grito quedo atrapado en sus labios mientras se caГa al suelo.
Luego sГіlo hubo silencio.
Reid se tambaleГі hacia atrГЎs. Su respiraciГіn vino en sorbos poco profundos.
“Oh Dios”, suspiró. “Oh Dios”.
Acababa de matar — no, el habГa asesinado a cuatro hombres en el lapso de varios segundos. Peor aГєn era que fue un juego de rodilla, reflexivo, como andar en bicicleta. O repentinamente hablando ГЃrabe. O conocer el destino del jeque.
Г‰l era un profesor. TenГa recuerdos. TenГa hijos. Una carrera. Pero claramente su cuerpo sabГa cГіmo pelear, incluso si Г©l no lo hacГa. SabГa cГіmo escapar de las ataduras. SabГa dГіnde dar un golpe letal.
“¿Qué me está pasando?” jadeó.
CubriГі sus ojos brevemente mientras una oleada de nГЎuseas se apoderaba de Г©l. HabГa sangre en sus manos… literalmente. Sangre en su camisa. A medida que la adrenalina disminuГa, los dolores se impregnaban a travГ©s de sus extremidades por estar inmГіviles por tanto tiempo. Su tobillo aГєn palpitaba por saltar de su cubierta. HabГa sido apuГ±alado en la pierna. TenГa una herida abierta detrГЎs de su oreja.
Ni siquiera querГa pensar como se verГa su cara.
Vete, le gritГі su cerebro. Pueden venir mГЎs.
“Está bien”, dijo Reid en voz alta, como si estuviese asintiéndole con alguien más en la habitación. Calmó su respiración lo mejor que pudo y escaneó sus alrededores. Sus ojos desenfocados cayeron en ciertos detalles — la Beretta. Un bulto rectangular en el bolsillo del interrogador. Una extraña marca en el cuello del bruto.
Se arrodillГі al lado del corpulento hombre y mirГі fijamente la cicatriz. Era cerca de la lГnea de la quijada, parcialmente oscurecida por la barba y no mГЎs grande que un centavo. ParecГa ser algГєn tipo de marca, quemada en la piel y se veГa como un glifo, como una letra en otro alfabeto. Pero no la reconociГі. Reid la examinГі por varios segundos, grabГЎndolo en su memoria.
RГЎpidamente hurgГі en el bolsillo del interrogador muerto y encontrГі un antiguo ladrillo de telГ©fono celular. Probablemente uno desechable, su cerebro le dijo. En el bolsillo trasero del hombre alto, encontrГі un trozo roto de papel blanco, una esquina manchada con sangre. En una mano con garabatos, casi ilegibles habГa una larga serie de dГgitos que comenzaban con el 963 — el cГіdigo para hacer una llamada internacional a Siria.
Ninguno de estos hombres tenГa una identificaciГіn, pero el aspirante a tirador tenГa una billetera gruesa en euros, fГЎcilmente unos miles. Reid guardГі eso tambiГ©n y, por Гєltimo, tomГі la Beretta. El peso de la pistola se sentГa extraГ±amente natural en sus manos. Calibre de nueve milГmetros. Cargador de quince tiros. CaГ±Гіn de ciento veinticinco milГmetros.
Sus manos expulsaron el cargador en un movimiento fluido, como si otra persona mГЎs lo estuviese controlando. Trece balas. Lo empujГі de nuevo y lo amartillГі.
Luego saliГі de ahГ.
Fuera de la gruesa puerta de acero habГa una sala sucia que terminaba en una escalera que subГa. Al final de ella, se evidenciaba la luz del dГa. Reid subiГі las escaleras cuidadosamente, con pistola en alto, pero no escucho nada. El aire se hacГa mГЎs frГo mientras ascendГa.
Se encontrГі a sГ mismo en una pequeГ±a y sucia cocina, la pintura se desprendГa de las paredes y los platos empapados de mugre apilados en el fregadero. Las ventanas eran translГєcidas; habГan sido manchadas con grasa. El radiador de la esquina estaba frГo al tacto.
Reid revisГі el resto de la pequeГ±a casa; no habГa mГЎs nadie a parte de los cuatro hombres muertos en el sГіtano. El Гєnico baГ±o tenГa peor aspecto que la cocina, pero Reid encontrГі un kit de primeros auxilios aparentemente antiguo. No se atreviГі a mirarse en el espejo hasta que hubiese lavado tanta sangre de su cara y cuello como fuese posible. Todo de la cabeza a los pies picaba, dolГa o quemaba. El pequeГ±o tubo de pomada antisГ©ptica habГa expirado hace tres aГ±os, pero lo usГі de todos modos, contrayГ©ndose del dolor al presionar las vendas sobre sus cortes abiertos.
Luego él se sentó en el inodoro y sostuvo su cabeza con sus manos, tomando un breve momento para recobrar el control. Puedes irte, se dijo a sà mismo. Tienes dinero. Ve al aeropuerto. No, no tienes un pasaporte. Ve a la embajada. O consigue un consulado. Pero…
Pero acababa de matar a cuatro hombres y su propia sangre estaba por todo el sГіtano. Y habГa otro problema mГЎs claro.
“No sé quién soy”, murmuró en voz alta.
Aquellos destellos, esas visiones que acosaban su mente, eran de su propia perspectiva. Su punto de vista. Pero el nunca, nunca podrГa hacer algo como eso. SupresiГіn de memoria, habГa dicho el interrogador. ВїAcaso era posible? PensГі de nuevo en sus niГ±as. “¿EstГЎn a salvo? ВїEstГЎn asustadas? ВїEran… suyas?
Esa nociГіn lo sacudiГі hasta el fondo. ВїQuГ© pasarГa si, de alguna manera, lo que pensaba que era real no era real del todo?
No, se dijГі a sГ mismo firmemente. Ellas eran sus hijas. Г‰l estuvo ahГ en sus nacimientos. Г‰l las criГі. Ninguna de estas bizarras e intrusivas visiones contradecГa eso. Y necesitaba encontrar una forma de contactarlas, para segurarse de que estГЎn bien. Esa era su mГЎxima prioridad. No habГa forma en que pudiera utilizar el celular desechable para contactar a su familia; no sabГa si estaba siendo rastreado o quiГ©n podrГa estar escuchando.
SГєbitamente recordГі el trozo de papel con el nГєmero de telГ©fono en Г©l. Se mantuvo y lo sacГі de su bolsillo. El papel manchado en sangre lo mirГі de vuelta. No sabГa de quГ© se trataba esto o por quГ© pensaban que era alguien diferente de quiГ©n decГa que era, pero habГa una sombra de urgencia bajo la superficie de su subconsciente, algo le decГa que ahora estaba involuntariamente involucrado en algo mucho mГЎs grande que Г©l.
Sus manos temblaban, marcГі el nГєmero en el telГ©fono desechable.
Una voz masculina brusca respondió al segundo tono. “¿Está hecho?” preguntó en Árabe.
“SГ”, respondiГі Reid. TratГі de enmascarar su voz lo mejor que pudo y fingiГі un acento.
“¿Tienes la información?
“Mmm”.
La voz estuvo callada por un momento largo. El corazГіn de Reid latГa con fuerza en su pecho. ВїSe habrГan dado cuenta de que no era el interrogador?
“187 Rue de Stalingrad”, dijo el hombre finalmente. “Ocho p.m.” Y colgó.
Reid terminГі la llamada y respirГі profundamente. ВїRue de Stalingrad? PensГі. ВїEn Francia?
No estaba seguro de que lo iba a hacer todavГa. Su mente se sentГa como si hubiera atravesado un muro y descubierto otra cГЎmara del otro lado. No podГa regresar a casa sin saber que le estaba pasando a Г©l. Incluso si lo hacГa, ВїcuГЎnto tiempo tardarГan en encontrarlo de nuevo, y a sus niГ±as? Solo tenГa una pista. TenГa que seguirla.
Puso un piso fuera de la pequeГ±a casa y se encontrГі en un callejГіn angosto, cuya boca daba paso a una calle llamada Rue Marceau. Inmediatamente supo dГіnde estaba — un suburbio de ParГs, a pocos bloques del Sena. Casi se riГі. PensГі que estarГa saliendo a las calles, devastadas por la guerra, de una ciudad del Medio Oriente. En cambio, se encontrГі en un bulevar con tiendas y hileras de casas, con transeГєntes modestos disfrutando de su tarde casual, amontonados contra la frГa brisa de Febrero.
MetiГі la pistola en la cintura de sus jeans y saliГі a la calle, mezclГЎndose con la multitud y tratando de no atraer ninguna atenciГіn a su camisa manchada de sangre, a sus vendas o a sus evidentes heridas. AbrazГі sus brazos cerca de Г©l — necesitarГa algo de ropa nueva, una chaqueta, algo mГЎs cГЎlido que solo su camisa.
Necesitaba asegurarse de que sus hijas estГЎn a salvo.
Luego obtendrГa mГЎs respuestas.
CAPГЌTULO CUATRO
Caminar por las calles de Paris se sintiГі como un sueГ±o — solo que no de la manera que cualquiera esperara o incluso deseara. Reid alcanzГі la intersecciГіn de Rue de Berri y la Avenida de los Campos ElГseos, siempre un punto de acceso turГstico a pesar del clima congelante. El Arco de Triunfo se alzaba varias cuadras hacia el noroeste, la pieza central de la Plaza de Charles de Gaulle, pero su grandeza se perdiГі en Reid. Una nueva visiГіn destellГі por su mente.
He estado aquà antes. Me paré en este lugar y miré esta señal de tránsito. Llevaba jeans y una chaqueta negra de motorizado, los colores del mundo enmudecidos por los lentes de sol polarizados…
GirГі a la derecha. Г‰l no estaba seguro de que encontrarГa en este camino, pero tenГa la extraГ±a sospecha de lo reconocerГa cuando lo viera. Era una sensaciГіn increГblemente extraГ±a de no saber a dГіnde iba hasta que llegГі allГ.
Se sentГa como si cada nueva vista trajera viГ±etas de vagos recuerdos, cada uno desconectado del siguiente, sin embargo con algo de congruencia. SabГa que el cafГ© en la esquina servГa los mejores pastis que jamГЎs habГa probado. El dulce aroma de la pastelerГa al otro lado de la calle hacГa que se le hiciera agua la boca por las sabrosas palmeras. Nunca habГa probado las palmeras antes. ВїO sГ?
Los sonidos lo sacudГan. Los transeГєntes charlaban ociosamente el uno al otro mientras paseaban por el bulevar, ocasionalmente robando miradas a su cara herida y vendada.
“No me gustarГa ver como quedГі el otro”, un joven FrancГ©s le murmurГі a su novia. Ambos se rieron entre dientes.
EstГЎ bien, no entres en pГЎnico, pensГі Reid. Aparentemente hablas ГЃrabe y FrancГ©s. El otro idioma que hablaba el Profesor Lawson era AlemГЎn y algunas frases en EspaГ±ol.
HabГa algo mГЎs tambiГ©n, algo difГcil de definir. Debajo de sus rГЎpidos nervios y su instinto de correr, de ir a casa, de esconderse en algГєn lado, debajo de todo eso habГa una reserva frГa y acerada. Era como tener la mano pesada de un hermano mayor en el hombro, una voz en lo profundo de su mente diciendo. RelГЎjate. TГє sabes cГіmo hacer todo esto.
Mientras la voz lo acompaГ±Гі suavemente desde el fondo de su mente, en primer plano estaban sus niГ±as y su seguridad. ВїDГіnde estaban? ВїQuГ© estaban pensando en ese momento? ВїQuГ© significarГa para ellas si perdieran a ambos padres?
Nunca dejГі de pensar en ellas. Incluso mientras estaba siendo golpeado en el sГіtano de una oscura prisiГіn, incluso si los destellos de estas visiones invadГan su mente, Г©l estuvo pensando en las niГ±as — particularmente en esa Гєltima pregunta. ВїQuГ© les sucederГa si hubiese muerto ahГ abajo en ese sГіtano? ВїO si muere haciendo lo mГЎs temerario que estaba a punto de hacer?
TenГa que asegurarse. TenГa que contactarlas de algГєn modo.
Pero primero, necesitaba una chaqueta, y no sГіlo para cubrir su camisa manchada de sangre. El clima de Febrero se estaba aproximando a los diez grados, pero aГєn era muy frГo para solo una camisa. El bulevar actuaba como un tГєnel de viento y la brisa era intensa. Se metiГі dentro de la siguiente tienda de ropa y escogiГі el primer abrigo que capturГі su mirada — una chaqueta marrГіn oscura de aviador, de cuero y con forro de lana. ExtraГ±Гі, pensГі. Nunca habГa escogido una chaqueta como esta antes, que pasaba con su sentido de la moda tweed y a cuadros, pero se sintiГі atraГdo a ella.
La chaqueta de aviador eran doscientos cuarenta euros. No importaba; tenГa un bolsillo lleno de dinero. Г‰l agarro una camisa nueva tambiГ©n, una camiseta gris pizarra y, luego, un nuevo par de jeans, calcetines nuevos y unas botas marrones robustas. Trajo todas sus compras a la caja y pagГі en efectivo.
HabГa una huella dactilar de sangre en una de las facturas. El empleado de labios finos pretendiГі no darse cuenta. Un destello de luz apareciГі en su mente:
“Un hombre camina hacia una estaciГіn de gasolina cubierto de sangre. Paga por su combustible y comienza a alejarse. El asistente desconcertado lo llama, вЂ?Oye, hombre, ВїestГЎs bien?’ el tipo sonrГe. вЂ?Oh sГ, estoy bien. No es mi sangre’”.
Nunca he escuchado esa broma antes.
“¿PodrГa usar su vestidor?” Reid preguntГі en FrancГ©s.
El empleado seГ±alГі hacia la parte trasera de la tienda. No habГa dicho una sola palabra durante toda la operaciГіn.
Antes de cambiarse, Reid se examinГі a sГ mismo por primera vez en un espejo limpio. JesГєs, se veГa terrible. Su ojo derecho estaba hinchado ferozmente y la sangre manchaba los vendajes. Г‰l tenГa que encontrar una farmacia y comprar unos suministros decentes de primeros auxilios. DeslizГі sus, ahora sucios y de algГєn modo sangrientos, jeans bajo su muslo herido, haciendo una mueca de dolor al hacerlo. Algo cayГі al suelo, sorprendiГ©ndolo. La Beretta. Casi habГa olvidado que la tenГa.
La pistola era mГЎs pesada de lo que hubiese imaginado. Novecientos cuarenta y cinco gramos, descargada, lo sabГa. SosteniГ©ndola como si abrazara a un antiguo amante, familiar y extranjero al mismo tiempo. La dejГі y se terminГі de cambiar, metiГі su ropa vieja en la bolsa de compras y metiГі la pistola en la cintura de sus jeans nuevos, en la parte baja de su espalda.
Fuera del bulevar, Reid mantuvo su cabeza baja y caminГі enГ©rgicamente, mirando hacia la acera. No necesitaba que mГЎs visiones lo distrajeran en este momento. TirГі la bolsa con la ropa vieja en un cubo de basura en una esquina sin perder el paso.
“¡Oh! Excusez-moi”, se disculpГі y su hombro chocГі fuertemente contra una mujer que pasaba en un traje de negocios. Ella lo fulminГі con la mirada. “Lo siento”. Ella jadeГі y se alejГі. Г‰l metiГі las manos en los bolsillos de su chaqueta — junto al celular que habГa sacado del bolso de ella.
Fue fГЎcil. Muy fГЎcil.
A dos cuadras de distancia, se metiГі bajo el toldo de una tienda por departamentos y sacГі el celular. RespirГі en signo de alivio — habГa seleccionado a una mujer de negocios por una razГіn y su instinto dio frutos. Ella tenГa Skype instalado en el celular y una cuenta vinculada a un nГєmero Estadounidense.
Abrió el navegador de Internet del celular, miró hacia el numero de Pap’s Deli en el Bronx y llamó.
La voz de un hombre joven respondió rápidamente. “Pap’s, ¿En qué puedo ayudarlo?”
“¿Ronnie?” Uno de sus estudiantes del año anterior trabajaba a tiempo parcial en el deli favorito de Reid. “Es el Profesor Lawson”.
“¡Oye, Profesor!” dijo el hombre joven brillantemente. “¿Cómo le va? ¿Quiere colocar una orden para llevar?”
“No. SГ… algo por el estilo. Escucha, necesito un gran favor Ronnie”. Pap’s Deli solo estaba a seis cuadras de su casa. En dГas agradables, caminaba con frecuencia todo el camino para recoger unos sГЎndwiches. “¿Tienes Skype en tu celular?”
“¿S�” Dijo Ronnie, con un tono de voz confuso.
“Bien. Esto es lo que necesito que hagas. Anota este nГєmero…” InstruyГі al chico para que corriera rГЎpidamente hasta su casa, para ver quiГ©n, si alguien, estaba allГ, y que llamara de regreso al nГєmero Estadounidense en el celular.
“Profesor, ¿Está metido en algún de problema?”
“No, Ronnie, estoy bien”, mintió. “Perdà mi celular y una mujer amable me está dejando usar el de ella para hacerle saber a mis niñas que estoy bien. Pero solo tengo pocos minutos. Asà que si puedes, por favor…”
“No diga más, Profesor. Feliz de ayudar. Regresaré dentro de poco”. Ronnie colgó.
Mientras esperaba, Reid recorriГі el corto tiempo en el toldo, revisando el celular cada segundo por si perdГa la llamada. ParecГa que una hora habГa pasado hasta que sonГі de nuevo, sin embargo sГіlo habГan pasado seis minutos.
“¿Hola?” Respondió la llamada de Skype al primer tono. “¿Ronnie?”
“Reid, ¿eres tú?” Una frenética voz femenina.
“¡Linda!” dijo Reid sin aliento. “Estoy feliz de que este ahГ. Escucha, necesito saber…”
“Reid, ¿qué pasó? ¿Dónde estás?” demandó.
“Las niñas, están en la…”
“¿QuГ© pasГі?” interrumpiГі Linda. “Las niГ±as se despertaron esta maГ±ana, enloquecidas porque te habГas ido, asГ que me llamaron y vine de inmediato…”
“Linda, por favor”, trató de intervenir, “¿dónde están?”
Ella hablГі sobre Г©l, claramente distraГda. Linda era muchas cosas, pero buena en crisis no era una de ellas. “Maya dijo que a veces sales a caminar en la maГ±ana, pero ambas puertas, la del frente y la de atrГЎs, estaban abiertas, y ella querГa llamar a la policГa porque decГa que nunca dejabas el celular en casa y ahora este chico del deli aparece Вїy me entrega un celular…?”
“¡Linda!” Reid siseó bruscamente. Dos hombres mayores que pasaban miraron su arrebato. “¿Dónde están las niñas?”
“EstГЎn aquГ”, ella resoplГі. “Ambas estГЎn aquГ, en la casa conmigo”.
“¿Están a salvo?”
“SГ, por supuesto. Reid, ВїquГ© sucede?”
“¿Llamaste a la policГa?”
“TodavГa no, no… en la TV siempre dicen que debes esperar veinticuatro horas para reportar a alguien desparecido… ВїEstГЎs metido en algГєn problema? ВїDe dГіnde me estГЎs llamando? ВїDe quiГ©n es esta cuenta?”
“No puedo decГrtelo. SГіlo escГєchame. Has que las chicas empaquen un bolso y llГ©vatelas a un hotel. No en ningГєn lugar cerca; fuera de la ciudad. QuizГЎs a Jersey…”
“Reid, ¿qué?”
“Mi cartera estГЎ en el escritorio de mi oficina. No usen la tarjeta de crГ©dito directamente. Saquen un avance de efectivo de cualquiera de las tarjetas que estГЎn allГ y Гєsenlo para pagar la estadГa. Mantenla abierta sin restricciones”.
“¡Reid! No voy a hacer nada hasta que me digas que está… espera un segundo”. La voz de Linda se volviГі apagada y distante. “SГ, es Г©l. EstГЎ bien. Yo creo. Espera, ВЎMaya!”
“¿PapГЎ? ВїPapГЎ, eres tГє?” Una nueva voz en la lГnea. “¿QuГ© pasГі? ВїDГіnde estГЎs?”
“¡Maya! Yo, esto, algo surgiГі, extremadamente a Гєltimo minuto. No querГa despertarlas…”
“¿Estás bromeando?” Su voz era aguda, agitada y preocupada al mismo tiempo. “No soy estúpida, Papá. Dime la verdad”.
Г‰l suspirГі. “Tienes razГіn. Lo siento. No puedo decirte dГіnde estoy Maya. Y no deberГa estar mucho en el telГ©fono. SГіlo haz lo que tu tГa diga, ВїestГЎ bien? Van a dejar la casa por un corto tiempo. No vayan a la escuela. No deambulen por ningГєn lado. No hablen sobre mГ en el celular o en la computadora. ВїEntendido?”
“¡No, no entiendo! ВїEstГЎs metido en algГєn problema? ВїDeberГamos llamar a la policГa?”
“No, no hagas eso”, Г©l dijo. “No todavГa. SГіlo… dame algo de tiempo para pensar en algo”.
Ella estuvo en silencio por un largo momento. Luego dijo: “Prométeme que estás bien”.
Г‰l hizo una mueca.
“¿Papá?”
“SГ”, dijo un poco forzado. “Estoy bien. Por favor, solo haz lo que te digo y ve con tu TГa Linda. Las amo a ambas. Dile a Sara que dije eso y abrГЎzala por mГ. Te contactarГ© tan pronto como pueda…”
“¡Espera, espera!” dijo Maya. “¿Cómo vas a contactarnos si no sabes dónde estamos?”
Г‰l pensГі por un momento. No podГa pedirle a Ronnie que se involucrara mГЎs en esto. No podГa llamar a las niГ±as directamente. Y no podГa arriesgarse a saber donde estaban, porque eso podrГa volverse en contra de Г©l…
“ConfigurarГ© una cuenta falsa”, dijo Maya, “bajo otro nombre. Lo sabrГЎs. Solamente la revisarГ© desde las computadoras del hotel. Si necesitas contactarnos, envГa un mensaje”.
Reid entendiГі inmediatamente. SintiГі una oleada de orgullo; ella era muy inteligente y mucho mГЎs frГa bajo presiГіn de lo que Г©l podrГa esperar ser.
“¿Papá?”
“SГ”, dijo Г©l. “Eso estГЎ bien. Cuida a tu hermana. Me tengo que ir…”
“Te amo también”, dijo Maya.
Terminó la llamada. Entonces inhaló. Una vez más, el instinto punzante de correr a casa con ellas, mantenerlas a salvo, empacar todo lo que pudieran e irse, irse a algún lugar…
No podГa hacer eso. Sea lo que fuera esto, quien sea que estuviera tras Г©l, tenГa que encontrarlo de una vez. HabГa sido muy afortunado de que no estaban detrГЎs de sus niГ±as. QuizГЎs no sabГan sobre los niГ±os. La siguiente vez, si habГa una siguiente, pudiese no ser tan suertudo.
Reid abriГі el celular, sacГі la tarjeta SIM y la partiГі a la mitad. Dejo caer los trozos en una reja de alcantarilla. Mientras caminaba por la calle, depositГі la baterГa en un cubo de basura y las dos mitades del celular en otros.
Г‰l sabГa que caminaba en la direcciГіn general del Rue de Stalingrad, aunque no tenГa ni idea de lo que iba a hacer cuando llegara allГ. Su cerebro le gritaba que cambiara de direcciГіn, que fuera a otro lado. Pero esa sangre frГa en su subconsciente lo obligГі a seguir adelante.
Sus captores le habГan preguntado quГ© sabГa de sus “planes”. Los lugares que le habГan preguntado, Zagreb, Madrid y TeherГЎn, tenГan que estar conectados y claramente estaban vinculados a los hombres que se lo llevaron. Independientemente de lo que fueran estas visiones — aГєn se negaba a reconocerlas como cualquier otra cosa pero — ellas tenГan conocimiento de algo que habГa ocurrido o que estaba por ocurrir. Conocimiento que no sabГa. Mientras mГЎs pensГі en ello, mГЎs sintiГі una sensaciГіn de urgencia fastidiando su mente.
No, era mГЎs que eso. Se sentГa como una obligaciГіn.
Sus captores se veГan dispuestos a matarlo lentamente por lo que sabГa. Y Г©l tenГa la sensaciГіn de que si no descubrГa que era esto y que se supone que debГa saber, mГЎs gente podГa morir.
“Monsieur”. Reid se sobresaltó de su meditación por una mujer madura y corpulenta con un chal que gentilmente le tocó su brazo. “Estás sangrando”, dijo en Inglés y señaló su propia ceja.
“Oh. Merci”. Г‰l se tocГі su ceja derecha con dos dedos. Un pequeГ±o corte habГa empapado el vendaje y una gota de sangre bajaba por su rostro. “Necesito encontrar una farmacia”, murmurГі en voz alta.
Entonces, aspirГі un aliento mientras un pensamiento lo golpeГі: HabГa una farmacia dos cuadras abajo y una arriba. Nunca habГa estado dentro de ella — no por su propio conocimiento dudoso de todos modos — pero Г©l simplemente lo sabГa, tan fГЎcil como sabГa la ruta a Pap’s Deli.
Un escalofrГo corriГі desde la base de su espina dorsal hasta su nuca. Las otras visiones se habГan manifestado a travГ©s de un estГmulo externo, imГЎgenes y sonidos e incluso olores. Esta vez no hubo una visiГіn acompaГ±ante. Era un plano recuerdo del conocimiento, de la misma forma que supo donde girar en cada seГ±al de trГЎnsito. De la misma forma en que supo como recargar la Beretta.
TomГі una decisiГіn antes de que la luz se pusiera verde. IrГa a su encuentro y obtendrГa cualquier informaciГіn que pudiera. Luego decidirГa que hacer con ella — quizГЎs reportarla a las autoridades y limpiar su nombre con respecto a los cuatro hombres en el sГіtano. Dejando que hagan los arrestos mientras Г©l iba a casa con sus hijas.
En la farmacia, comprГі un tubo delgado de sГєper pegamento, una caja de vendajes de mariposa, cotonetes y una base que casi igualaba el tono de su piel. LlevГі sus compras al baГ±o y cerrГі la puerta.
Se quitГі los vendajes que habГa pegado errГЎticamente en su rostro en el apartamento y se lavГі la sangre costrosa de sus heridas. A los cortes pequeГ±os les aplicГі vendas de mariposa. Para las heridas mГЎs profundas, en las que regularmente requerirГan suturas, juntГі los bordes de la piel y apretГі con una gota de sГєper pegamento, siseando a travГ©s de sus dientes todo el tiempo. Luego contuvo su aliento alrededor de treinta segundos. El pegamento quemaba ferozmente, pero disminuГa mientras se secaba. Finalmente, alisГі la base sobre los contornos de su cara, particularmente a los nuevos creados por sus sГЎdicos captores anteriores. No habГa forma de enmascarar completamente su ojo hinchado y su mandГbula herida, pero al menos de esta forma menos gente lo mirarГa en la calle.
El proceso completo tomó alrededor de media hora, y dos veces en ese lapso los clientes golpearon la puerta del baño (la segunda vez una mujer gritaba en Francés que su hijo estaba a punto de estallar). Ambas veces Reid sólo gritó: “¡Occupé!”
Finalmente, cuando habГa terminado, se examinГі de nuevo en el espejo. Estaba lejos de la perfecciГіn, pero al menos no se veГa como si hubiese sido golpeado en una cГЎmara de tortura subterrГЎnea. Г‰l pensГі si debiГі haber ido con una base mГЎs oscura, algo que lo hiciese ver mГЎs extranjero. ВїSabГa el hombre que llamГі con quiГ©n se supone que se reunirГa? ВїReconocerГan quiГ©n era Г©l — o quiГ©n pensaban que era? Los tres hombres que vinieron a su casa no se veГan muy seguros; ellos tuvieron que revisar una fotografГa.
“¿Qué estoy haciendo?” se preguntó asà mismo. Te estás preparando para una reunión con un peligroso criminal que probablemente sea un reconocido terrorista, dijo la voz en su cabeza — no esta nueva voz invasiva, la suya propia, la voz de Reid Lawson. Era su propio sentido común burlándose de él.
Entonces esa personalidad lista y asertiva, aquella justo debajo de la superficie, hablГі. EstarГЎs bien, le dijo. Nada que no hayas hecho antes. Sus manos alcanzaron instintivamente el mango de la Beretta metida en la parte trasera de sus pantalones, oculta por su chaqueta nueva. TГє conoces todo esto.
Antes de abandonar la farmacia, Г©l agarrГі pocos objetos mГЎs: Un reloj barato, una botella de agua y dos barras de caramelo. Afuera, en la acera, devorГі ambas barras de chocolate. No estaba seguro de cuanta sangre habГa perdido y querГa mantener alto su nivel de azГєcar. DrenГі la botella de agua entera y luego le preguntГі la hora a un transeГєnte. ConfigurГі el reloj y lo deslizГі alrededor de su muГ±eca.
Eran las seis y media. TenГa suficiente tiempo para llegar al lugar de reuniГіn y prepararse.
*
Era casi de noche cuando llegГі a la direcciГіn que se le habГa entregado por telГ©fono. La puesta de sol sobre ParГs arrojГі grandes sombras por el bulevar. 187 Rue de Stalingrad era un bar en el 10mo distrito llamado FГ©line, un antro con ventanas pintadas y una fachada agrietada. Por otra parte, estaba situada en una calle poblada de estudios de arte, restaurantes Indios y cafГ©s bohemios.
Reid se detuvo con la mano en la puerta. Si entraba, no habrГa vuelta atrГЎs. Г‰l todavГa podГa alejarse. No, el decidiГі, no podrГa. ВїA dГіnde irГa? De vuelta a cada, Вїpara que pudieran encontrarlo de nuevo? ВїY vivir con esas extraГ±as visiones en su cabeza?
Г‰l entrГі.
Las paredes del bar estaban pintadas de negro y rojo, y cubiertas con pГіsteres de la dГ©cada de los cincuenta, de mujeres de rostro sombrГo, titulares de cigarrillos y siluetas. Era muy temprano, o quizГЎs muy tarde, para que el lugar estuviera ocupado. Los pocos clientes que se juntaban hablaban en voz baja, encorvados protectoramente sobre sus bebidas. MГєsica melancГіlica de blues sonaba suavemente de un estГ©reo detrГЎs de la barra.
Reid escaneГі el lugar de izquierda a derecha y viceversa. Nadie mirГі en su direcciГіn y, ciertamente, nadie se veГa a los tipos que lo habГan tomado como rehГ©n. TomГі una pequeГ±a mesa cerca de la parte trasera y se sentГі frente a la puerta. OrdenГі un cafГ©, aunque lo tuvo en frente de Г©l humeando, la mayor parte.
Un anciano encorvado se deslizГі de un taburete y cojeГі a travГ©s de la barra hacia los baГ±os. Reid encontrГі su mirada rГЎpidamente atraГda por el movimiento, escaneando al hombre. Finales de los sesenta. Displasia de cadera. Dedos amarillentos, dificultad para respirar — un fumador de cigarros. Sus ojos volaron al otro lado del bar, sin mover su cabeza, donde dos hombres de aspecto rudo en general estaban teniendo una silenciosa pero ferviente conversaciГіn sobre los deportes. Empleados de fГЎbrica. El hombre de la izquierda no estГЎ durmiendo lo suficiente, probablemente el padre de hijos jГіvenes. El hombre en la derecha estuvo en una pelea recientemente o, al menos, lanzГі un puГ±etazo; sus nudillos estГЎn heridos. Sin pensarlo, se encontrГі a sГ mismo examinando los puГ±os de sus pantalones, sus mangas y la manera en la que sostenГan sus codos en la mesa. Alguien con un arma la protegerГa, tratarГa de ocultarla, incluso inconscientemente.
Reid negГі con la cabeza. Se estaba volviendo paranoico y estos persistentes pensamientos forГЎneos no ayudaban. Pero entonces, recordГі la extraГ±a ocurrencia con la farmacia, el recuerdo de su ubicaciГіn con sГіlo mencionar la mera necesidad de encontrar una. El acadГ©mico en Г©l hablГі. QuizГЎs haya algo que aprender de esto. QuizГЎs en vez de resistirse, deberГas intentar abrirte.
La camarera era una mujer joven, con aspecto cansado y una melena morena con nudos. “¿Stylo?” preguntГі ella al pasar junto a Г©l. “¿Ou crayon?” ВїBolГgrafo o lГЎpiz? Ella buscГі en su cabello enredado y encontrГі un bolГgrafo. “Merci”.
Ella alisГі una servilleta de cГіctel y le puso la punta del bolГgrafo. Esta no era alguna habilidad nueva que nunca habГa aprendido; estГЎ era una tГЎctica del Profesor Lawson, una que habГa usado muchas veces en el pasado para recordar y fortalecer la memoria.
RecordГі su conversaciГіn, si podГa llamarla asГ, con los tres captores ГЃrabes. TratГі de no pensar en sus ojos muertos, la sangre en el piso o la bandeja de implementos afilados, destinados a cortar cualquier verdad que pensaban que Г©l tenГa. En cambio, se enfocГі en los detalles verbales y escribiГі el primer nombre de vino a su mente.
Luego murmuró en voz alta. “El Jeque Mustafar”.
Un sitio negro MarroquГ. Un hombre que pasГі toda su vida en riqueza y poder, pisoteando a aquellos menos afortunados que Г©l, aplastГЎndolos debajo de sus zapatos — ahora asustado de mierda porque sabes que puedes enterrarlo hasta el cuello en la arena y nadie encontrarГa nunca sus huesos.
“¡Te he dicho todo lo que sé!” Él insistió.
Vamos, vamos. “Mi inteligencia dice lo contrario. Dicen que puedes saber mucho mГЎs, pero quizГЎs tengas miedo de las personas equivocadas. Te dirГ© algo, Jeque… Вїmi amigo en la habitaciГіn de al lado? Se estГЎ poniendo ansioso. VerГЎs, Г©l tiene este martillo — es sГіlo una cosa pequeГ±a, un martillo de piedra, ВїcГіmo un geГіlogo lo usarГa? Pero hace maravillas en huesos pequeГ±os, nudillos…”
“¡Lo juro!” El jeque retorcГa sus manos nerviosamente. Lo reconociste como un cuento. “Eran otras conversaciones sobre los planes, pero eran en AlemГЎn, Ruso… ВЎNo entendГa!”
“Sabes, Jeque… una bala suena igual en cada idioma”.
Reid volviГі al bar de mala muerte. Su garganta se sentГa seca. El recuerdo habГa sido intenso, tan vГvido y lГєcido como cualquier otro que en realidad habГa experimentado. Y habГa sido su voz en su cabeza, amenazando casualmente, diciendo cosas que nunca soГ±arГa decirle a otra persona.
Planes. El jeque definitivamente dijo algo sobre unos planes. Cualquier cosa terrible que estuviera preocupando a su subconsciente, temГa la clara sensaciГіn de que aГєn no habГa ocurrido.
Tomó un sorbo de su café, ahora tibio, para calmar sus nervios. “Está bien”, se dijo asà mismo. “Está bien”. Durante su interrogatorio en el sótano, le preguntaron sobre unos compañeros agentes en el campo y tres nombres destellaron por su mente. Anotó uno y luego lo leyó en voz alta.
“Morris”.
Una cara vino inmediatamente a Г©l, un hombre en sus primeros treinta, bien parecido y astuto. Una arrogante media sonrisa con sГіlo un lado de su boca. Cabello oscuro, estilizado para que luzca joven.
Una pista de aterrizaje privada en Zagreb. Morris corre a tu lado. Ambos tienen sus armas afuera, con los caГ±ones apuntando hacia abajo. No puedes dejar que los dos IranГes lleguen al aviГіn. Morris apunta entre zancadas y dispara dos veces. Uno agarra al becerro y el primer hombre cae. TГє alcanzas al otro, embistiГ©ndolo brutalmente contra el piso.
Otro nombre. “Reidigger”.
Una sonrisa de niГ±o, cabello bien peinado. Un poco de panza. Г‰l usarГa su peso mejor si fuera unos centГmetros mГЎs altos. El trasero de un montГіn de nervaduras, pero se lo toma con buen humor.
El Ritz en Madrid. Reidigger cubre el pasillo mientras pateas la puerta y agarras al bombardero desprevenido. El hombre va por el arma en el escritorio, pero eres mГЎs rГЎpido. Rompes su muГ±eca… luego Reidigger te dice que escuchГі el sonido desde el pasillo. Eso le revolviГі el estГіmago. Todos se rГen.
El cafГ© ya estaba frГo, pero Reid apenas lo notГі. Sus dedos temblaban. No habГa duda de ello; cualquier cosa que le estuviera sucediendo, estos eran recuerdos… sus recuerdos. O de alguien. Los captores, tuvieron que cortar algo de su cuello y lo llamaron supresor de memoria. Eso no podrГa ser verdad; este no era Г©l. HabГa algo mГЎs. TenГa los recuerdos de alguien mГЎs mezclados con los suyos.
Reid colocГі el bolГgrafo en la servilleta de nuevo y anotГі el nombre final. Lo dijo en voz alta: “Johansson”. Una figura nadГі en su mente. Cabello rubio largo, acondicionado a un brillo. PГіmulos fluidos y bien formados. Labios carnosos. Ojos grises, el color pizarra. Una visiГіn destelló…
MilГЎn. De noche. Un hotel. Vino. Maria se sienta en la cama con las piernas dobladas debajo de ella. Los tres primeros botones de su camisa estГЎn abiertos. Su cabello estГЎ despeinado. Nunca habГas notado antes lo largas que son sus pestaГ±as. Dos horas antes la viste matar a dos hombres en un tiroteo y ahora son Sangiovese y Pecorino Toscano. Sus rodillas casi se tocan. Su mirada se encuentra con la tuya. Ninguno de los dos habla. Puedes verlo en sus ojos, pero ella sabe que no puedes. Ella pregunta por Kate…
Reid se contrajo mientras venГa un dolor de cabeza, esparciГ©ndose por su crГЎneo como una nube de tormenta. Al mismo tiempo, la visiГіn se puso borrosa y desapareciГі. SacudiГі sus ojos cerrados y agarrГі sus sienes durante un minuto completo hasta que el dolor de cabeza disminuyГі.
ВїQuГ© demonios fue eso?
Por alguna razГіn, parecГa que el recuerdo de esta mujer, Johansson, habГa provocado la breve migraГ±a. Incluso mГЎs inquietante, sin embargo, era la extraГ±a sensaciГіn que lo apretГі en el despertar de su dolor de cabeza. Se sentГa como… deseo. No, era mГЎs que eso… se sentГa como pasiГіn, reforzada por la emociГіn e incluso por un poco de peligro.
No pudo evitar preguntarse quien era esa mujer, pero se la sacudiГі. No querГa incitar otro dolor de cabeza. En cambio, colocГі el bolГgrafo de nuevo en la servilleta, a punto de escribir el nombre final — Cero. AsГ es como lo llamГі el interrogador IranГ. Pero antes de que pudiera escribirlo o recitarlo, sintiГі una extraГ±a sensaciГіn. Los pelos en su nunca se erizaban.
Estaba siendo observado.
Cuando levantГі la mirada de nuevo, vio a un hombre parado en la puerta oscura de FГ©line, con su mirada fija en Reid como un halcГіn mirando un ratГіn. La sangre de Reid se enfriГі. Estaba siendo observado.
Este era el hombre con el que debГa encontrarse, estaba seguro de ello. ВїLo reconociГі? Los hombres ГЃrabes no habГan aparecido. ВїEsperaba este hombre a alguien mГЎs?
DejГі el bolГgrafo. Lentamente y furtivamente, arrugГі la servilleta y la dejГі caer en su cafГ© frГo y medio vacГo.
El hombre asintiГі una vez. Reid asintiГі de regreso.
Luego el extraГ±o puso su mano detrГЎs, por algo escondido en la parte trasera de sus pantalones.
CAPГЌTULO CINCO
Reid se puso de pie con tal fuerza que su silla casi se cayГі. Su mano inmediatamente se envolviГі alrededor del mango texturizado de la Beretta, caliente por estar en su espalda. Su mente le gritГі frenГ©ticamente. Este es un lugar pГєblico. Hay gente aquГ. Nunca he disparado un arma antes.
Antes de que Reid sacara su pistola, el extraГ±o saco una billetera de su bolsillo trasero. SonriГі a Reid, aparentemente entretenido por su naturaleza nerviosa. Nadie mГЎs en el bar parece haberse dado cuenta, excepto por la camarera con el pelo de nido de rata, quiГ©n simplemente levantГі una ceja.
El extraГ±o se aproximГі a la barra, deslizГі un billete sobre la mesa y le murmurГі algo al bartender. Luego se dirigiГі a la mesa de Reid. Estuvo detrГЎs de una silla vacГa por un largo momento, con una sonrisa delgada en sus labios.
Era joven, treinta a lo mucho, con el cabello muy corto y una barba de dos dГas. Era algo larguirucho y su rostro estaba demacrado, haciendo que sus afilados pГіmulos y su barbilla sobresaliente parecieran casi caricaturescos. Lo mГЎs encantador eran las gafas negra con montura de cuerno que llevaba, buscando por todo el mundo como si Buddy Holly hubiese crecido en los ochenta y descubierto la cocaГna.
Reid pudo notar que Г©l era diestro; Г©l sostuvo su codo izquierdo cerca de su cuerpo, lo que probablemente significaba que tenГa una pistola colgada en una funda de hombro en su axila, asГ que podrГa sacarla con su derecha, si era necesario. Su brazo izquierdo sujetaba su chaqueta negra de gamuza cerca de Г©l para esconder el arma.
“¿Mogu sjediti?” el hombre preguntó finalmente.
ВїMogu…? Reid no entendiГі inmediatamente como lo habГa hecho con el ГЃrabe y el FrancГ©s. No era Ruso, pero estaba lo suficientemente cerca para que Г©l pudiera deducir el significado del contexto. El hombre estaba preguntando si podГa sentarse.
Reid hizo un gesto a la silla vacГa en frente de Г©l y el hombre se sentГі, manteniendo metido su codo izquierdo todo el tiempo.
Tan pronto como se sentó, la camarera trajo un vaso de cerveza color ámbar oscuro y la puso delante de él. “Merci”, dijo él. Sonrió hacia Reid. “¿Tu Serbio no es muy bueno?”
Reid negГі con la cabeza. “No”. ВїSerbio? Г‰l habГa asumido que el hombre con el que se reunirГa era ГЃrabe, como sus captores y el interrogador.
“En Inglés, ¿entonces? ¿Ou francais?”
“A elecciГіn del negociante”. Reid se sorprendiГі de lo calmado que estaba e incluso de cГіmo sonГі su voz. Su corazГіn casi brotaba de su pecho del miedo… y si estaba siendo honesto, tenГa al menos una pizca de emociГіn ansiosa.
La sonrisa del Serbio se ensanchó. “Disfruto este lugar. Es oscuro. Está tranquilo. Es el único bar que conozco en este distrito que sirve Franziskaner. Es mi favorita”. Tomó un largo sorbo de su vaso, sus ojos se cerraron y un gruñido de placer se escapó de su garganta. “Qué delicioso”. Él abrió sus ojos y añadió: “No eres lo que esperaba”.
Una oleada de pГЎnico aumentГі en las extraГ±as de Reid. Г‰l lo sabe, su mente le gritГі. Sabe que no eres con quien se supone que debГa encontrarse y, tiene una pistola.
RelГЎjate, dijo el otro lado, el nuevo. Puedes manejar esto.
Reid tragó saliva, pero de algún modo logró mantener su actitud helada. “Tú tampoco lo eres”, replicó.
El Serbio se rió entre dientes. “Eso es justo. Pero somos muchos, ¿s� Y tú… ¿tú eres Estadounidense?”
“Expatriado”, Reid respondió.
“¿QuГ© no lo somos todos?” Otra risita. “Antes de ti, conocГ solo a otro Estadounidense en nuestro, um… cuГЎl es la palabra… Вїconglomerado? SГ. AsГ que para mГ, esto no es tan extraГ±o”. El hombre guiГ±Гі el ojo.
Reid se puso tenso. No sabГa si era una broma o no. ВїQuГ© pasarГa si supiera que Reid era un impostor y lo estaba guiando o haciendo tiempo? Puso sus manos en su regazo para esconder sus dedos temblorosos.
“Puedes llamarme Yuri. ¿Cómo te puedo llamar?”
“Ben”. Fue el primer nombre que vino a su mente, el nombre de un mentor de sus dГas como profesor asistente.
“Ben. ВїCГіmo lograste trabajar para los IranГes?”
“Con”, Reid corrigió. Entrecerró sus ojos para darle efecto. “Trabajo con ellos”.
El hombre, este Yuri, tomó otro sorbo de su cerveza. “Seguro. Con. ¿Cómo ocurrió eso? A pesar de nuestro intereses mutuos, ellos tienden a ser, uh… un grupo cerrado”.
“Soy de confianza”, dijo Reid sin pestaГ±ear. No tenГa idea de dГіnde venГan estas palabras, tampoco de la convicciГіn con la que venГan. Г‰l las dijo tan fГЎcilmente como si lo hubiera ensayado.
“¿Y dónde está Amad?” preguntó Yuri casualmente.
“No lo pudo lograr”, replicГі Reid igualmente. “EnvГa sus saludos”.
“Está bien, Ben. Dices que el trabajo está hecho”.
“SГ”.
Yuri se inclinó hacia adelante, sus ojos se entrecerraron. Reid pudo oler la malta en su aliento. “Necesito escucharte decirlo, Ben. Dime, ¿el hombre de la CIA está muerto?”
Reid se congelГі por un momento. ВїCIA? Como en, Вїla CIA? Repentinamente, todo lo que se hablГі de los agentes en el campo y las visiones deteniendo terroristas en aerГіdromos y hoteles tuvieron mГЎs sentido, incluso si la totalidad del asunto no lo tenГa. Entonces, recordГі la gravedad de su situaciГіn y esperГі que no hubiese dado ninguna seГ±al para traicionar su farsa.
Se inclinó hacia adelante también y dijo lentamente, “Sà Yuri. El hombre de la CIA está muerto”.
Yuri se recostó casualmente y sonrió de nuevo. “Bien”. Levantó su vaso. “¿Y la información? ¿La tienes?”
“Nos dio todo lo que sabГa”, le dijo Reid. No pudo evitar notar que sus dedos ya no temblaban debajo de la mesa. Era como si ahora alguien mГЎs estuviera en control, como si Reid Lawson estuviera tomando el asiento trasero de su propio cerebro. DecidiГі no luchar contra eso.
“¿La ubicación de Mustafar?” preguntó Yuri. “¿Y todo lo que les dijo?”
Reid asintiГі.
Yuri pestañeo varias veces expectante. “Estoy esperando”.
Una realizaciГіn golpeГі a Reid como un peso pesado mientras su mente juntaba el poco conocimiento que tenГa. La CIA estaba involucrada. HabГa algГєn tipo de plan que podrГa hacer que muchas personas murieran. El jeque lo sabГa y les dijo — le dijo — todo. Estos hombres, necesitaban conocer lo que sabГa el jeque. Eso es lo que Yuri querГa saber. Sea lo que fuera, se sentГa grande, y Reid habГa tropezado en el medio… aunque ciertamente Г©l sentГa como si esta no fuera la primera vez.
No hablГі por un largo momento, lo suficientemente largo para que la sonrisa se evaporara de los labios de Yuri en una expectante mirada de labios delgados. “No te conozco”, dijo Reid. “No sГ© a quiГ©n representas. ВїEsperas que te de todo lo que sГ©, y me vaya y confГe que llegue al lugar correcto?”
“SГ”, dijo Yuri, “eso es exactamente lo que espero y precisamente es la razГіn de este encuentro”.
Reid negГі con la cabeza. “No. VerГЎs Yuri, se me ocurre que esta informaciГіn es demasiado importante para jugar a вЂ?susurro por el callejГіn’ y esperar a que llegue a los oГdos adecuados en el orden correcto. Es mГЎs, en lo que respecta a ti, sГіlo existe un lugar donde existe — aquГ”. GolpeГі ligeramente su propia sien izquierda. Era verdad; la informaciГіn que buscaban estaba, presuntamente, en alguna parte de lo mГЎs recГіndito de su mente, esperando ser desbloqueada. “TambiГ©n se me ocurre”, continuГі, “que ahora que ellos tienen esta informaciГіn, nuestros planes deben cambiar. Estoy cansado de ser el mensajero. Quiero entrar. Quiero un rol verdadero”.
Yuri sólo se quedo mirando fijamente. Luego dejó salir una risa aguda y al mismo tiempo golpeó la mesa con tal fuerza que sacudió a varios clientes cercanos. “¡Tú!” exclamó, moviendo un dedo. “¡Quizás seas un expatriado, pero aún tienes esa ambición Estadounidense!” se rió de nuevo, sonando muy parecido a un burro. “¿Qué es lo que quieres saber, Ben?”
“Comencemos con a quién representas en esto”.
“¿CГіmo sabes que represento a alguien? Por lo que sabes, podrГa ser el jefe. ВЎEl cerebro detrГЎs plan maestro!” LevantГі ambas manos en un gran gesto y volviГі a reГr.
Reid sonriГі. “No lo creo. Pienso que estГЎs en la misma posiciГіn que yo, transportando informaciГіn, intercambiando secretos, teniendo encuentros en bares de mierda”. TГЎctica de interrogaciГіn — relaciГіnate con ellos en su nivel. Yuri era claramente un polГglota, y parecГa carecer del mismo comportamiento endurecido de sus captores. Pero incluso si estuviera en un bajo nivel, sabГa incluso mГЎs que Reid. “¿QuГ© tal si hacemos un trato? Me dices lo que sabes y te dirГ© lo que yo sé”. Bajo su voz a casi un susurro. “Y confГa en mГ. Quieres saber lo que yo sé”.
Yuri acarició su barba descuidada, pensativo. “Me caes bien, Ben. Lo cual es, cómo se dice, um… conflictivo, porque los Estadounidenses usualmente me enferman”. Él sonrió. “Lamentablemente para ti, no puedo decirte lo que no sé”.
“Entonces llГ©vame a quiГ©n pueda”. Las palabras salГan de Г©l como si pasaran por alto su cerebro y fueran directamente a su garganta. La parte lГіgica de Г©l (o mГЎs apropiadamente, la parte de Lawson de Г©l) gritГі en protesta. ВЎВїQuГ© estГЎs haciendo?! ВЎObtГ©n lo que puedas y sal de ahГ!
“¿Te importarГa dar un paseo conmigo?” los ojos de Yuri brillaron. “Te llevarГ© para que veas a mi jefe. AllГ, puedes decirle lo que sabes”.
Reid titubeГі. SabГa que no debГa. SabГa que no querГa hacerlo. Pero habГa un extraГ±o sentido de obligaciГіn, y habГa una reserva de acero en el fondo de su mente que le decГa de nuevo: RelГЎjate. TenГa un arma. TenГa un conjunto de habilidades de algГєn tipo. HabГa llegado tan lejos y juzgando por lo que ahora sabГa, esto iba mГЎs allГЎ de unos cuantos hombres IranГes en un sГіtano Parisino. HabГa un plan y la participaciГіn de la CIA, y de algГєn modo Г©l sabГa que el final del juego era mucha gente herida o peor.
AsintiГі una vez, su quijada se apretГі fuertemente.
“Genial”. Yuri drenó su vaso y se levantó, aun manteniendo metido el codo izquierdo. “Au revoir”. Saludó al bartender. Luego el Serbio guió el camino hacia la parte trasera de Féline, a través de una cocina pequeña y sucia, y salieron por una puerta de acero que daba a un callejón empedrado.
Reid lo siguiГі en la noche, sorprendido de ver que habГa oscurecido tan rГЎpido mientras Г©l estaba en el bar. En la boca del callejГіn habГa un todoterreno negro, al ralentГ, con ventanas teГ±idas casi tan oscuras como el trabajo de pintura. La puerta trasera se abriГі antes de que Yuri la alcanzara, y dos matones salieron. Reid no supo que mГЎs pensar de ellos; cada uno era de hombros anchos, imponentes y sin tratar de ocultar las pistolas automГЎticas TEC-9 que se balanceaban de los arneses en sus axilas.
“RelГЎjense, amigos mГos”, dijo Yuri. “Este es Ben. Lo llevaremos a ver a Otets”.
Otets. Ruso fonético para “padre”. O, en el nivel más técnico, “creador”.
“Ven”, dijo Yuri agradablemente. Dio una palmada en el hombro de Reid. “Es un paseo muy agradable. Beberemos champagne en el camino. Ven”.
Las piernas de Reid no querГan funcionar. Era arriesgado — muy arriesgado. Si iba en el carro con estos hombres y ellos descubrГan quiera era Г©l, o incluso que no era quien dijo que era, bien podrГa ser un hombre muerto. Sus hijas serГan huГ©rfanas y probablemente nunca sabrГan que fue de Г©l.
ВїPero quГ© otra opciГіn tenГa? No podГa actuar muy bien como si hubiera cambiado de opiniГіn repentinamente; eso serГa demasiado sospechoso. Era probable que ya hubiera dado dos pasos mГЎs allГЎ del punto de no retorno simplemente al seguir a Yuri hasta afuera. Y si querГa mantenerse la farsa lo suficiente, Г©l podrГa encontrar la fuente — y descubrir que estaba sucediendo en su propia cabeza.
DiГі un paso adelante hacia el todoterreno.
“¡Ah! Un momento, por favor”, Yuri agitó un dedo a sus musculosos escoltas. Uno de ellos forzó los brazos de Reid a sus costados, mientras que el otro lo revisó. Primero él encontró la Beretta, metida en la parte trasera de sus jeans. Luego hurgó en los bolsillos de Reid con dos dedos, sacó el fajo de euros y el teléfono desechable, y le entregó los tres a Yuri.
“Esto te lo puedes quedar”, el Serbio le devolvió el dinero. “Estos, sin embargo, nos aferraremos a ellos. Seguridad. Tú entiendes”. Yuri metió el celular y la pistola en el bolsillo interior de su chaqueta de gamuza, y por un breve momento, Reid vió la empuñadura marrón de una pistola.
“Entiendo”, dijo Reid. Ahora estaba desarmado y sin ninguna forma de pedir ayuda si lo necesitaba. DeberГa correr, Г©l pensГі. SГіlo comienza a correr y no mires atrГЎs…
Uno de los matones forzГі su cabeza baja y la empujГі hacia adelante, dentro de la parte trasera del todoterreno. Ambos entraron luego de Г©l y Yuri los siguiГі, tirando la puerta detrГЎs de Г©l. Se sentГі junto a Reid, mientras que los matones encorvados, casi hombro con hombro, se sentaron en un asiento orientado hacia atrГЎs opuesto a ellos, justo detrГЎs del conductor. Una particiГіn de color oscuro los separaba del asiento delantero del auto.
Uno del par tocó la partición del conductor con dos nudillos. “Otets”, dijo bruscamente.
Un pesado y revelador clic cerrГі las puertas traseras, y con ello llegГі la compresiГіn de que lo Reid habГa hecho. Se habГa metido en un carro con tres hombres armados sin idea a donde iba y con muy poca idea de quiГ©n se suponГa que era. EngaГ±ar a Yuri no habГa sido del todo difГcil, pero ahora estaba siendo llevado a algГєn jefe… Вїacaso ellos sabГan que Г©l no era quiГ©n decГa que era? LuchГі contra el impulso de saltar hacia adelante, abrir la puerta y salir del auto. No habГa escape de esto, al menos no por el momento; tendrГa que esperar hasta que llegaran a su destino y esperar que pudiera salir en una pieza.
El todoterreno rodГі hacia adelante por las calles de ParГs.
CAPГЌTULO SEIS
Yuri, quiГ©n habГa sido muy hablador y animado en el bar FrancГ©s, estuvo inusualmente silencioso durante el paseo en automГіvil. AbriГі un compartimiento junto a su asiento y sacГі un libro muy gastado con una tapa desgarrada — El PrГncipe Maquiavelo. El profesor en Reid querГa burlarse en voz alta.
Ambos matones se sentaron silenciosamente en frente de Г©l, con los ojos dirigidos hacia adelante como si trataran de mirar agujeros a travГ©s de Reid. Г‰l rГЎpidamente memorizГі sus caracterГsticas: El hombre en su izquierda era calvo, blanco, con un oscuro bigote de manubrio y ojos pequeГ±os y brillantes. TenГa una TEC-9 debajo de su hombro y una Glock 27 metida en una funda de tobillo. Una cicatriz pГЎlida dentada sobre su pestaГ±a izquierda sugerГa un mal trabajo de parche (no del todo diferente de lo que Reid tenГa que hacer una vez que su intervenciГіn de sГєper pegamento se curara). No podГa sabe la nacionalidad del hombre.
El segundo matГіn era unos tonos mГЎs oscuro, con una barba descuidada, llena y una considerable panza. Su hombro izquierdo parecГa estar ligeramente hundido, como si estuviese favoreciendo su cadera opuesta. Г‰l tambiГ©n tenГa una pistola automГЎtica medida en un brazo, pero ninguna otra arma que Reid pudiera notar.
El pudo, sin embargo, ver la marca en su cuello. La piel de ahГ estaba arrugada y rosada, levantada ligeramente por ser quemada. Era la misma marca que habГa visto en el bruto ГЃrabe en el sГіtano de ParГs. Un glifo de algГєn tipo, estaba seguro, pero ninguno que reconociera. El hombre con el mostacho no parecГa tener una, aunque su cuello estaba oculto mayormente por su camisa.
Yuri no tenГa una marca tampoco — al menos no una que Reid pudiera ver. El cuello de la chaqueta de gamuza del Serbio surcaba alto. PodrГa ser un sГmbolo de estatus, pensГі. Algo que debГa ser ganado.
El conductor guiГі el vehГculo a la A4, dejando atrГЎs ParГs y dirigiГ©ndose al noreste hacia Reims. Las ventanas teГ±idas hicieron la noche toda mГЎs oscura; una vez dejaron la Ciudad de las Luces, a Reid le resultГі difГcil distinguir puntos de referencia. TenГa que confiar en los letreros y seГ±ales para saber a dГіnde se estaban dirigiendo. El paisaje cambio lentamente de un brillo urbano local a una topografГa vaga y buhГіlica, la carretera con una pendiente suave, con la disposiciГіn de la tierra y las granjas que se extendГan en ambos lados.
Después de una hora de manejo en completo silencio, Reid aclaró su garganta. “¿Está mucho más lejos?” preguntó.
Yuri puso un dedo en sus labios y luego sonrió. “Oui”.
Las fosas nasales de Reid se ensancharon, pero no dijo nada mГЎs. Г‰l debiГі preguntar quГ© tan lejos lo llevarГan; por todo lo que sabГa, iban claramente a BГ©lgica.
La ruta A4 se volviГі A334, que a su vez se convirtiГі en A304 mientras subГan cada vez mГЎs al norte. Los arboles que marcaban el campo pastoral se hacГan mГЎs gruesos y cercanos, abetos anchos como paraguas que tragaban las tierras de cultivo abiertas y se convertГan en bosques indistinguibles. La inclinaciГіn del camino incrementГі a medida que las colinas inclinadas se convirtieron en pequeГ±as montaГ±as.
Г‰l conocГa este lugar. Mejor dicho, conocГa la regiГіn y no por ninguna visiГіn destellante o memoria implantada. Nunca habГa estado aquГ, pero lo sabГa por sus estudios que habГa llegado a las Ardenas, un estrecho montaГ±oso boscoso compartido entre el noreste de Francia, el sur de BГ©lgica y el noreste de Luxemburgo. Fue en las Ardenas donde el ejГ©rcito AlemГЎn, en 1944, tratГі de lanzar sus divisiones armadas a travГ©s de la regiГіn densamente forestada en un intento de capturar la ciudad de Amberes. Fueron frustrados por fuerzas Estadounidenses y BritГЎnicas cerca del rГo Mosa. El conflicto que siguiГі fue apodado la Batalla del Bulge, y fue la Гєltima gran ofensiva de los Alemanes en la Segunda Guerra Mundial.
Por alguna razГіn, a pesar de lo grave que era o podrГa llegar a ser su situaciГіn, Г©l encontrГі algo de consuelo pensando sobre la historia, su vida anterior, y sus estudiantes. Pero luego sus pensamientos transitaron de nuevo a sus niГ±as solas y asustadas sin tener ninguna idea de dГіnde estaba o en quГ© se habГa metido.
Bastante seguro, Reid pronto vio una seГ±al que advirtiГі el acercamiento a la frontera. Belgique, se lee en el letrero, y debajo de eso, Belgien, BelgiГ«, Belgium. A menos de dos millas mГЎs tarde, el todoterreno redujo la velocidad hasta detenerse en un pequeГ±o puesto con un toldo de concreto en lo alto. Un hombre en un saco grueso y una gorra tejida de lana mirГі hacia el vehГculo. La seguridad fronteriza entre Francia y BГ©lgica estaba muy lejos de lo que la mayorГa de los Estadounidenses estaban acostumbrados. El conductor bajГі la ventana y le hablГі al hombre, pero las palabras fueron silenciadas por la particiГіn cerrada y las ventanas. Reid echГі un vistazo a travГ©s del tinte y vio que el brazo del conductor se extendГa, pasГЎndole algo al oficial fronterizo — un billete. Un soborno.
El hombre con el gorro les hizo seГ±as.
A solo unas pocas millas por la N5, el todoterreno saliГі de la carretera y entrГі a un camino estrecho paralelo a la vГa principal. No habГa seГ±al de salida y la carretera estaba apenas pavimentada; era un camino de acceso, probablemente uno creado para vehГculos madereros. El coche empujГі sobre los surcos profundos de tierra. Los dos matones chocaron uno contra otro en frente de Reid, pero todavГa continuaban mirando fijamente hacГa Г©l.
ComprobГі el reloj barato que habГa comprado en la farmacia. HabГan estado viajando por dos horas y cuarenta y seis minutos. La noche anterior habГa estado en los Estados Unidos, luego se despertГі en ParГs, y ahora estaba en BГ©lgica. RelГЎjate, su subconsciente lo persuadiГі. En ningГєn lugar que no hayas estado antes. SГіlo presta atenciГіn y mantГ©n tu boca cerrada.
Ambos lados del camino parecГan ser nada mГЎs que ГЎrboles gruesos. El todoterreno continuГі, subiendo por la ladera de una montaГ±a curva y bajando nuevamente. Mientras tanto, Reid mirГі por la ventana, pretendiendo estar inactivo, pero mirando cualquier tipo de referencia o seГ±al que pudiera decirle dГіnde estaban — idealmente algo que pudiera contar mГЎs tarde a las autoridades, si era necesario.
HabГa luces adelante, aunque desde su ГЎngulo no podГa ver la fuente. El todoterreno redujo la velocidad de nuevo y se detuvo lentamente. Reid vio una cerca de hierro negro forjado, cada poste coronado por una espiga peligrosa, que se extendГa a cada lado y que desaparecГa en la oscuridad. Junto a su vehГculo habГa una pequeГ±a cabina de guardia hecha de vidrio y ladrillos oscuros, una luz fluorescente iluminaba el interior. Un hombre emergiГі. Llevaba unos pantalones y un abrigo de guisante, con el collar levantado alrededor de su cuello y una bufanda gris abrazada en su garganta. No hizo ningГєn intento de ocultar su MP7 silenciadora que colgaba de una correa sobre su hombro derecho. De hecho, mientras se acercГі al automГіvil, agarrГі la pistola automГЎtica, aunque no la levantГі.
Heckler & Koch, variante de producciГіn mp7A1, dijo la voz en la cabeza de Reid. Supresor de siete punto un pulgadas. Mira de reflejo Elcan. Cargador de treinta balas.
El conductor bajГі su ventana y le hablГі al hombre por pocos segundos. Luego el guarda rodeГі el todoterreno y abriГі la puerta del lado de Yuri. Se inclinГі y mirГі dentro del coche. Reid captГі el olor del whiskey de centeno y sintiГі el aguijГіn de la gГ©lida rГЎfaga de aire que vino con Г©l. El hombre mirГі a cada uno de ellos a su vez, su mirada se detuvo en Reid.
“Kommunikator”, dijo Yuri. “Chtoby uvidet’ nachal’nika”. Ruso. Mensajero, para ver al jefe.
El guardia no dijo nada. CerrГі la puerta de nuevo y regresГі a su poste, presionando un botГіn en una pequeГ±a consola. La puerta negra de hierro zumbГі mientras se hizo a un lado, y el todoterreno se abriГі paso.
La garganta de Reid se apretГі cuando la completa gravedad de la situaciГіn lo presionГі. Г‰l habГa ido al encuentro con la intenciГіn de obtener informaciГіn sobre lo que sea que estuviera pasando — no sГіlo para Г©l, sino con todas las charlas de los planes, jeques y ciudades extranjeras. Se habГa metido al auto con Yuri y los dos matones en el calor de encontrar una fuente. HabГa dejado que se lo llevaran fuera del PaГs y al medio de una densa regiГіn boscosa, y ahora ellos estaban detrГЎs un portГіn alto, resguardado y vigilado. No tenГa idea de que cГіmo iba a salir de esto si algo salГa mal.
RelГЎjate. Ya has hecho esto antes.
ВЎNo lo he hecho! PensГі desesperadamente. Soy un profesor universitario de Nueva York. No sГ© lo que estoy haciendo. ВїPor quГ© lo hice? Mis niГ±as...
SГіlo dГ©jate llevar. TГє sabes que hacer.
Reid respirГі profundo, pero esto hizo poco para calmar sus nervios. SacГі la vista de la ventana. En la oscuridad, apenas podГa ver sus alrededores. No habГa ГЎrboles detrГЎs de la reja, sino que habГa filas sobre filas de viГ±as, trepando y tejiendo a travГ©s de celosГas a la altura de la cintura… Era un viГ±edo. Si era en realidad un viГ±edo o simplemente un frente, no estaba seguro, pero al menos era algo reconocible, algo que pudiera ser visto por el sobrevuelo de un helicГіptero o un dron.
Bien. Eso serГЎ Гєtil mГЎs tarde.
Si es que hay un mГЎs tarde.
El todoterreno condujo lentamente sobre el camino de grave durante aproximadamente una milla mГЎs o menos antes de que terminara el viГ±edo. Ante ellos se encontraba una propiedad palaciega, prГЎcticamente un castillo, construida en piedra gris con ventanas arqueadas y hiedra que subГa por la fachada sur. Por un breve momento, Reid apreciГі la hermosa arquitectura; probablemente tenГa como doscientos aГ±os, quizГЎs mГЎs. Pero no se detuvieron allГ, en cambio, el carro dio una vuelta alrededor de la gran casa y detrГЎs de ella. DespuГ©s de otra media milla, se detuvieron en un pequeГ±o terreno y el conductor apagГі el motor.
HabГan llegado. Pero a dГіnde habГan llegado, Г©l no tenГa ni idea.
Los matones salieron primero, y luego saliГі Reid, seguido por Yuri. El frГo lo dejГі sin aliento. ApretГі la mandГbula para evitar que sus dientes chasquearan. Sus dos grandes escoltas no parecГan molestarse por ello en absoluto.
A unas cuarenta yardas de ellos habГa una amplia y baja estructura, de dos pisos de altura y varias veces mГЎs ancha; sin ventanas y hecha de acero corrugado pintado en beige. Una especie de instalaciГіn, razonГі Reid — tal vez para la elaboraciГіn de vino. Pero lo dudaba.
Yuri gruГ±Гі mientras estiraba sus extremidades. Luego le sonrГo a Reid. “Ben, comprendo que ahora somos muy buenos amigos, pero aГєn asГ…” Г‰l sacГі una pequeГ±a tela negra del bolsillo de su chaqueta. “Debo insistir”.
Reid asintiГі una vez, firmemente. ВїQuГ© opciГіn tenГa? Se volteГі, asГ Yuri podrГa atar la venda sobre sus ojos. Una fuerte mano carnosa agarrГі su brazo — uno de los matones, sin duda.
“Ahora entonces”, dijo Yuri. “Adelante hacia Otets”. Una fuerte mano tirГі de Г©l hacia adelante y lo guiГі mientras caminaban en direcciГіn de la estructura de acero. SintiГі que otro hombro se frotaba contra el suyo en el lado opuesto; los dos grandes matones lo tenГan flanqueado.
Reid respirГі uniformemente por la nariz, haciendo lo mejor para mantener la calma. Escucha, su mente le dijo.
Estoy escuchando.
No, escucha. Escucha, y dГ©jate llevar.
Alguien golpeГі tres veces una puerta. El sonido era apagado y vacГo como el bajo de un tambor. Aunque no pudiera ver, Reid imaginaba en el ojo de su mente a Yuri golpeando con el plano de su puГ±o la pesada puerta de acero.
Chasquido. Un cerrojo deslizГЎndose a un lado. Un silbido, una rГЎfaga de aire cГЎlido mientras la puerta se abrГa. De repente, una mezcla de sonidos — vasos que tintinean, lГquidos que gotean, cinturones zumbando. El equipo de un vinatero, por su sonido. ExtraГ±o; no ha escuchado nada de afuera. Las paredes del interior del edificio son a prueba de ruidos.
La pesada mano lo guiГі hacia adentro. La puerta se cerrГі de nuevo y el cerrojo se deslizГі de regreso a su lugar. El suelo debajo de Г©l se sentГa como concreto liso. Sus zapatos golpeaban contra un pequeГ±o charco. El olor acГ©tico de la fermentaciГіn era mГЎs fuerte, y justo debajo de eso, el aroma mГЎs dulce y familiar del jugo de uva. Ellos realmente hacen vino aquГ.
Reid contГі sus pasos por la suelo de la instalaciГіn. Pasaron a travГ©s de otro conjunto de puertas y con ello llegГі una variedad de nuevos sonidos. Maquinaria — presiГіn hidrГЎulica. Taladro neumГЎtico. El tintineo de la cadena de un transportador. El olor a fermentaciГіn dio paso a la grasa, al aceite de motor y a la… PГіlvora. Estaban fabricando algo aquГ; mГЎs probablemente municiones. HabГa algo mГЎs, algo familiar, mГЎs allГЎ del aceite y la pГіlvora. Era algo dulce, como almendras… Dinitrolueno. Estaban haciendo explosivos.
“Escaleras”, dijo la voz de Yuri, cerca de su oГdo, cuando la espinilla de Reid chocГі contra el escalГіn mГЎs bajo. La mano pesada continuГі guiГЎndolo mientras cuatro series de pisadas subГan las escaleras de acero. Trece pasos. QuiГ©n haya construido este lugar no debe ser supersticioso.
Al final habГa otra puerta de acero. Una vez que se cerrГі detrГЎs de ellos, los sonidos de la maquinarГa se ahogaron — otra habitaciГіn a prueba de ruidos. MГєsica de piano clГЎsica tocada desde cerca. Brahms. Variaciones sobre un Tema de Paganini. La melodГa no era suficientemente rica como para provenir de un piano real; un estГ©reo de algГєn tipo.
“Yuri”. La nueva voz era un barГtono severo, ligeramente ronco por gritar a menudo o por muchos cigarros. A juzgar por el olor de la habitaciГіn, era la Гєltima. Posiblemente ambos.
“Otets”, dijo Yuri servicialmente. Él habló rápidamente en Ruso. Reid hizo su mejor esfuerzo para seguir el acento de Yuri. “Te traigo buenas noticias de Francia…”
“¿QuiГ©n es este hombre?” demandГі el barГtono. Por la forma en la que hablaba, el ruso parecГa su lengua nativa. Reid no pudo evitar preguntarse cuГЎl podrГa ser la conexiГіn entre los IranГes y este hombre Ruso — o entre los matones en el todoterreno, si venГa al caso, e incluso el Serbio Yuri. Un trato de armas, quizГЎs, dijo la voz en su cabeza. O algo peor.
“Este es el mensajero de los IranГes”, respondiГі Yuri. “Tiene la informaciГіn que estamos buscando…”
“¿Lo trajiste aquГ?” intervino el hombre. Su voz profunda se elevГі a un rugido. “¡Se suponГa que irГas a Francia y te reunirГas con los IranГes, no arrastrar a вЂ?sus hombres’ hacia mГ! ВЎEstГЎs comprometiendo todo con tu estupidez!” Hubo un fuerte chasquido — un sГіlido revГ©s sobre una cara — y un jadeo de Yuri. “¡¿Debo escribir la descripciГіn de tu trabajo en una bala para atravesarla en tu grueso crГЎneo?!”
“Otets, por favor…” balbuceó Yuri.
“¡No me llames asГ!” gritГі el hombre ferozmente. Una pistola amartillada — una pistola pesada, por su sonido. “¡No me llames por ningГєn nombre en la presencia de este extraГ±o!”
“¡No es ningГєn extraГ±o!” gritГі Yuri. “¡Él es el Agente Cero! ВЎTe he traГdo a Kent Steele!”
CAPГЌTULO SIETE
Kent Steele.
El silencio reinГі por varios segundos que se sintieron como minutos. Cientos de visiones destellaron rГЎpidamente a travГ©s de la mente de Reid como si estuviera siendo alimentada por una mГЎquina. Servicio Nacional Clandestino, DivisiГіn de Actividades Especiales, Grupo de Operaciones Especiales. Operaciones de PsicoanГЎlisis.
Agente Cero.
Si eres expuesto, estГЎs muerto.
Nunca hablamos. Nunca.
Imposible.
Sus dedos temblaban de nuevo.
Era simplemente imposible. Cosas como los borrados de memoria o implantes o supresores eran materia de teorГas de conspiraciГіn y pelГculas de Hollywood.
No importaba de todos modos. Ellos supieron todo el tiempo quiГ©n era Г©l — desde el bar hasta el paseo en carro y todo el camino hasta BГ©lgica, Yuri sabГa que Reid no era quien decГa que era. Ahora estaba cegado y atrapado detrГЎs de una puerta de acero con al menos cuatro hombres armados. Nadie mГЎs sabГa dГіnde estaba o quiГ©n era. Un nudo pesado de miedo se formГі en su estГіmago y amenazГі con causarle nauseas.
“No”, dijo la voz del barГtono lentamente. “No, estГЎs equivocado. EstГєpido Yuri. Este no es el hombre de la CIA. Si lo fuera, ВЎno estarГas parado aquГ!”
“¡A menos que él viniera aquà a encontrarte!” contraatacó Yuri.
Dedos agarraron la venda y se la quitaron. Reid entrecerrГі los ojos ante la repentina rudeza de las luces fluorescentes del techo. ParpadeГі ante la cara de un hombre de unos cincuenta, con cabello canoso, una barba tupida ceГ±ida a la mejilla, y unos afilados y discernientes ojos. El hombre, probablemente Otets, llevaba un traje gris carbГіn, con los dos botones superiores de su camisa desabrochados y con vellos grises en el pecho que salГan debajo de ella. Estaban parados en una oficina, con las paredes pintadas de rojo oscuro y adornadas con pinturas llamativas.
“Tú”, el hombre dijo en Inglés acentuado. “¿Quién eres?”
Reid tomГі un respiro entrecortado y luchГі con la urgencia de decirle al hombre que Г©l simplemente ya no lo sabГa. En cambio, con voz trГ©mula, Г©l dijo: “Mi nombre es Ben. Soy un mensajero. Trabajo con los IranГes”.
Yuri, quien estaba de rodillas detrГЎs de Otets, se levantГі de un salto. “¡Él miente!” gritГі el Serbio. “¡SГ© que miente! ВЎГ‰l dice que los IranГes lo enviaron, pero ellos nunca confiarГan en un Estadounidense!” Yuri mirГі maliciosamente. Un delgado riachuelo de sangre brotГі del rincГіn de su boca, dГіnde Otets lo habГa golpeado. “Pero sГ© mГЎs. VerГЎs, le preguntГ© sobre Amad”. Г‰l negГі con la cabeza mientras enseГ±aba los dientes. “No hay ningГєn Amad entre ellos”.
Le pareciГі extraГ±o a Reid que estos hombres parecГan conocer a los IranГes, pero no con quiГ©n trabajaban o a quiГ©n podrГan enviar. Estaban ciertamente conectados de alguna manera, pero cuГЎl podГa ser esa conexiГіn, Г©l no tenГa idea.
Otets murmurГі maldiciones en Ruso en voz baja. Luego dijo en InglГ©s: “Le dices a Yuri que eres un mensajero. Yuri me dice que eres el hombre de la CIA. ВїA quГ© voy a creer? Ciertamente no te ves como imaginГ© que Cero se verГa. Sin embargo, mi chico encargado idiota dice una verdad: Los IranГes detestan a los Estadounidenses. Esto no se ve bien para ti. O me dices la verdad o te dispararГ© en tu rГіtula”. LevantГі la pesada pistola — una Desert Eage TIG Series.
Reid perdiГі su aliento por un momento. Era un arma muy grande.
Cede, su mente le estimulГі.
No estaba seguro de cГіmo hacer eso. No estaba seguro de que podrГa pasar si lo hiciera. La Гєltima vez que estos nuevos instintos tomaron el control, cuatro hombres terminaron muertos y Г©l, literalmente, tenГa sangre en sus manos. Pero no habГa salida de esto para Г©l — eso es, para el Profesor Reid Lawson. Pero Kent Steel, quien sea que fuera, podrГa encontrar una manera. QuizГЎs el no sabГa quiГ©n era, pero no importarГa mucho si no sobrevivГa lo suficiente para averiguarlo.
Reid cerrГі sus ojos. AsintiГі una vez, con un consentimiento a la voz de su cabeza. Sus hombros se aflojaron y sus dedos dejaron de temblar.
“Estoy esperando”, dijo Otets bruscamente.
“No querrГas dispararme”, dijo Reid. Г‰l estaba sorprendido de escuchar su propia voz tan calmada y uniforme. “Un disparo a quemarropa de esa arma no me volarГa la rodilla. Me romperГa la pierna y me desangrarГa en el piso de esta oficina en segundos”.
Otets encogió un hombro. “¿Cómo es que les gusta decir a los Estadounidenses? No puedes hacer omelets sin…”
“Tengo la información que necesitas”, lo interrumpió Reid. “La localización del jeque. Lo que me dio. A quién se lo di. Sé todo acerca de su plan, y no soy el único”.
Las esquinas de la boca de Otets se curvaron en una sonrisa. “Agente Cero”.
“¡Te lo dije!” dijo Yuri. “Lo hice bien, ¿verdad?”
“Cállate”, rugió Otets. Yuri se encogió como un perro golpeado. “Llévatelo bajando las escaleras y obtén todo lo que sabe. Comienza removiendo sus dedos. No quiero perder tiempo”.
En cualquier dГa comГєn, la amenaza de que le cortaran sus dedos habrГa enviado un choque de miedo a travГ©s de Reid. Sus mГєsculos se tensaron por un momento, los pequeГ±os vellos de su nuca se pusieron de punta — pero su nuevo instinto luchГі contra Г©l y lo forzГі a relajarse. Espera, le dijo. Espera por una oportunidad…
El matГіn calvo asintiГі bruscamente y agarrГі de nuevo el brazo de Reid.
“¡Idiota!” Otets chasqueГі. “¡Átalo primero! Yuri, ve al archivo de documentos. Debe haber algo allГ”.
Yuri se apresurГі hacia gabinete de roble de tres cajones en la esquina y lo hurgГі hasta que encontrГі un paquete de cordel grueso. “AquГ”, dijo Г©l, y se lo arrojГі al calvo bruto.
Todos los ojos se movieron instintivamente en el aire hacia el paquete de cordeles que giraba en el aire — ambos matones, Yuri y Otets.
Pero no Reid. Г‰l tenГa una oportunidad y la tomГі.
TomГі su mano izquierda y la arqueГі hacia arriba en un ГЎngulo fuerte, golpeando la trГЎquea del hombre calvo con el lado carnoso de su palma. Г‰l sintiГі que la garganta cedГa bajo su mano.
Cuando el primer golpe llegГі, pateГі el tacГіn de su bota izquierda detrГЎs de Г©l y golpeГі al matГіn barbudo en la cadera — la misma cadera que el hombre habГa estado favoreciendo durante el paseo a BГ©lgica.
Un jadeo ahogado y hГєmedo escapГі de los labios del hombre calvo mientras sus manos volaban a su garganta. El bruto barbudo gruГ±o mientras su gran cuerpo giraba y colapsaba.
ВЎAbajo!
El cordel golpeГі el suelo. Red tambiГ©n lo hizo. En un movimiento, se agachГі y agarrГі la Glock de la funda del tobillo del calvo. Sin levantar la mirada, saltГі hacia adelante, se agachГі y rodГі.
Tan pronto como saltГі, un sonido estruendoso cruzГі la pequeГ±a oficina, increГblemente alto. El disparo de la Desert Eagle dejГі una impresionante abolladura en la puerta de acero de la oficina.
Reid dejГі de rodar sГіlo a unos pocos pies de Otets y se propulso a sГ mismo hacia Г©l. Antes de que Otets pudiera girarse a apuntar, Reid agarro la mano de su arma desde abajo — nunca agarres la corredera, esa es una buena forma de perder un dedo — y la empujГі de arriba abajo. El arma se disparГі de nuevo, un estruendo penetrante sГіlo a unos pocos pies de la cabeza de Reid. Sus oГdos zumbaron, pero lo ignorГі. GirГі el arma hacia abajo y a un lado, manteniendo el caГ±Гіn apuntado lejos de Г©l mientras lo llevaba a su cadera — y a la mano de Otets con Г©l.
El hombre mayor echГі su cabeza hacia atrГЎs y gritГі cuando su dedo en el gatillo se rompiГі. El sonido le dio nauseas a Reid mientras la Desert Eagle caГa al suelo.
Г‰l girГі y envolviГі un brazo alrededor del cuello de Otets, usГЎndolo como un escudo mientras apuntaba a los dos matones. El calvo estaba fuera de servicio, jadeando en vano contra una trГЎquea aplastada, pero el barbudo habГa perdido su TEC-9. Sin vacilar, Reid disparГі tres tiros en rГЎpida sucesiГіn, dos en el pecho y uno en la frente. Un cuarto tiro sacГі al hombre calvo de su miseria.
La consciencia de Reid le gritaba desde el fondo de su mente. Acabas de matar a dos hombres. Dos hombres mГЎs. Pero esta nueva consciencia era mГЎs fuerte, rechazando sus nauseas y su sentido de la preservaciГіn.
Puedes entrar en pГЎnico mГЎs tarde. No has terminado aquГ.
Reid se girГі completamente, con Otets en frente de Г©l como si estuviesen bailando, y nivelando la Glock hacia Yuri. El desafortunado mensajero estaba luchando para liberar una Sig Sauer del arnГ©s de su hombro.
“Detente”, ordenó Reid. Yuri se congeló. “Manos arriba”. El mensajero Serbio levantó sus manos lentamente, con las palmas abiertas. Él sonrió ampliamente.
“Kent”, dijo en Inglés, “somos muy buenos amigo, ¿no es as�”
“Saca mi Beretta del bolsillo izquierdo de tu chaqueta y colócala en el piso”, ordenó Reid.
Yuri lamiГі la sangre de la esquina de su boca y moviГі los dedos de mano izquierda. Lentamente, metiГі la mano en el bolsillo y sacГі una pequeГ±a pistola negra. Pero no la puso en el piso. En su lugar la sostuvo, con el caГ±Гіn apuntando hacia abajo.
“Sabes”, él dijo, “se me ocurren que si quieres información, necesitas al menos uno de nosotros con vida. ¿S�
“¡Yuri!” rugió Otets. “¡Haz lo que te pide!”
“En el piso”, repitiГі Reid. No apartГі la mirada de Yuri, pero era consciente de que otros en la instalaciГіn pudieron escuchar el rugido de la Desert Eagle. No tenГa idea de cuantas personas habГa abajo, pero la oficina era a prueba de ruidos y habГa maquinaria funcionando en otra parte. Era posible que nadie lo escuchara — o quizГЎs estaban acostumbrados al sonido y pensaban poco en ello.
“Quizás”, dijo Yuri, “tome esta arma y le dispare a Otets. Entonces, me necesitarás”.
“¡Yuri, nyet!” lloró Otets, esta vez más sorprendido que molesto.
“Verás, Kent”, dijo Yuri, “esto no es La Cosa Nostra. Esto es más cómo, uh… un empleado descontento. Ves cómo me trata. Asà que, si le disparo, tu y yo, podemos pensar en algo…”
Otets apretГі sus dientes y siseГі una serie de maldiciones a Yuri, pero el mensajero sГіlo sonriГі ampliamente.
Reid se estaba impacientando. “Yuri, si no bajas el arma ahora, me veré forzado a…”
El brazo de Yuri se moviГі, solo un leve indicio de que se estaba levantando. El instinto de Reid se activГі como un motor cambiando marchas. Sin pensarlo apuntГі y disparГі. PasГі tan rГЎpido que la corredora de la pistola lo sobresaltГі.
Durante medio segundo, Reid pensГі que podГa haberse perdido. Luego, sangre oscura brotГі de un agujero en el cuello de Yuri. Primero cayГі de rodillas, con una mano tratando dГ©bilmente de frenar el flujo, pero era muy tarde para eso.
Puede tomar hasta dos minutos para desangrarse de una arteria carГіtida cortada. Г‰l no querГa saber cГіmo sabГa eso. Pero sГіlo tarda de siete a diez segundos en desmayarse por una pГ©rdida de sangre.
Yuri se desplomГі hacia adelante. Reid inmediatamente se girГі hacia la puerta de acero con la Glock apuntada al centro de masa. EsperГі. Su propia respiraciГіn era estable y suave. Ni siquiera habГa sudado. Otets respirГі bruscamente, jadeando, protegiendo su dedo fracturado con su mano buena.
Nadie mГЎs vino.
Acabo de dispararles a tres hombres.
No hay tiempo ahora para eso. Sal de aquГ.
“QuГ©date”, le rugiГі Reid a Otets mientras lo soltaba. PateГі la Desert Eagle a la esquina mГЎs alejada. Se deslizГі bajo el archivador. No tenГa uso un caГ±Гіn como ese. TambiГ©n dejo las pistolas automГЎticas TEC-9 que tenГan los matones; eran enormemente imprecisas, buenas para poco mГЎs que esparcir balas sobre un ГЎrea amplia. En cambio, empujГі el cuerpo de Yuri a un lado con el pie y agarrГі la Beretta. Mantuvo la Glock, metiendo una pistola, y sus manos, en cada uno de los bolsillos de su chaqueta.
“Nos vamos de aquГ”, le dijo Reid a Otets, “tГє y yo. IrГЎs primero y fingirГЎs que nada estГЎ mal. Me vas a llevar afuera y a un carro decente. Porque estas”. Hizo un gesto con sus manos, cada una metida en un bolsillo y agarrando una pistola. “Ambas estarГЎn apuntando a tu espina dorsal. Haz un solo paso en falso, o di una palabra fuera de lugar y te enterrarГ© una bala entre tus vГ©rtebras L2 y L3. Si eres lo suficientemente suertudo para vivir, estarГЎs paralizado por el resto de tu vida. ВїEntendido?”
Otets lo fulminГі con la mirada, pero era lo suficientemente inteligente como para asentir.
“Bien. Entonces guГa el camino”.
El hombre Ruso se detuvo en la puerta de acero de la oficina. “No saldrás de aquà con vida”, dijo en Inglés.
“Mejor espera que lo haga”, rezongó Reid. “Porque me aseguraré de que tú tampoco lo hagas”.
“Otets abriГі la puerta y saliГі al descenso. Los sonidos de la maquinaria vinieron rugiendo de nuevo instantГЎneamente. Reid lo siguiГі fuera de la oficina hacia la pequeГ±a plataforma de acero. MirГі hacia abajo por encima del pasamanos, mirando hacia el taller en el piso de abajo. Sus pensamientos — ВїLos pensamientos de Kent? — eran correctos; habГan dos hombres trabajando en una presa hidrГЎulica. Uno en un taladro neumГЎtico. Uno mГЎs parado en un pequeГ±o transportador, inspeccionando los componentes electrГіnicos mientras avanzaba lentamente hacia una superficie de acero en el extremo. Otros dos con gafas y guantes de lГЎtex, sentados en una mesa de melamina, midiendo cuidadosamente algГєn tipo producto quГmico. Curiosamente, notГі que eran una variedad de nacionalidades: Tres eran de cabello oscuro y blancos, probablemente rusos, pero dos eran definitivamente del Medio Oriente. El hombre en el taladro era Africano.
El aroma como de almendra del dinitrotolueno flotaba hacia Г©l. Estaban haciendo explosivos, como habГa percibido antes por el olor y los sonidos.
Seis en total. Probablemente armados. Ninguno de ellos mirГі hacia la oficina. No dispararГan aquà — no con Otets expuesto y con los quГmicos volГЎtiles alrededor.
Pero yo tampoco puedo, pensГі Reid.
“Impresionante, ¿no?” dijo Otets con una sonrisa. Notó que Reid inspeccionaba el piso.
“Muévete”, él ordenó.
Otets bajГі, con su zapato chocando contra la primera escalera de metal. “Sabes”, dijo casualmente, “Yuri tenГa razГіn”.
Sal. MГіntate en el todoterreno. Choca contra el portГіn. Conduce como si lo hubieses robado.
“Si necesitas a uno de nosotros”.
Regresa a la carretera. Encuentra una estaciГіn de policГa. Involucra a la Interpol.
“Y el pobre Yuri está muerto…”
EntrГ©gales a Otets. OblГgalo a hablar. Limpia tu nombre en los homicidios de siete hombres.
“Asà qué, se me ocurre que no me puedes matar”.
He asesinado a siete hombres.
Pero fue en defensa propia.
Otets alcanzГі el final, con Reid justo detrГЎs de Г©l con dos manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. Sus palmas estaban sudadas, cada una agarrando una pistola. El Ruso se detuvo y mirГі ligeramente sobre su hombro, no mirando del todo a Reid. “Los IranГes. ВїEstГЎn muertos?”
“Cuatro de ellos”, dijo Reid. El sonido de la maquinaria casi ahogaba su voz.
Otets chasqueó la lengua. “Lástima. Pero de nuevo… eso significa que no estoy equivocado. No tienes pistas, nadie más a quién ir. Me necesitas”.
Estaba poniendo en evidencia el blofeo de Reid. El pГЎnico subiГі en su pecho. El otro lado, el lado de Kent, luchГі contra Г©l de nuevo, como si tragara en seco una pГldora. “Tengo todo lo que el jeque nos dio…”
Otets se rГo entre dientes suavemente. “El jeque, sГ. Pero ya sabes que Mustafar sabГa muy poco. Г‰l era una cuenta bancaria, Agente. Era blando. ВїPensaste que le confiarГamos nuestro plan? Si es asГ, ВїEntonces por quГ© has venido aquГ?”
El sudor hormigueaba en la frente de Reid. HabГa venido aquГ con la esperanza de encontrar respuestas, no sГіlo acerca de este supuesto plan pero sobre quiГ©n era. HabГa encontrado mucho mГЎs de lo que esperaba. “MuГ©vete”, ordenГі de nuevo. “Hacia la puerta, lentamente”.
Otets se bajo de la escalera, moviГ©ndose lentamente, pero no caminГі hacia la puerta. En vez de eso, dio un gran paso hacia el taller, hacia sus hombres.
“¿Qué estás haciendo?” demandó Reid.
“Poniendo en evidencia tu blofeo, Agente Cero. Si estoy equivocado, me dispararás”. Sonrió y dio otro paso.
Dos de los trabajadores levantaron la mirada. Desde su perspectiva, parecГa como si Otets estaba simplemente hablando con un hombre desconocido, quizГЎs un socio de negocios o un representante de otra facciГіn. No hay razГіn para alarmarse.
El pГЎnico se elevГі nuevamente en el pecho de Reid. No querГa soltar las armas. Otets estaba a sГіlo dos pasos, pero Reid no podГa agarrarlo y obligarlo a salir por la puerta — no sin alertar a los seis hombres. No podГa arriesgar a disparar en una habitaciГіn llena de explosivos.
“Do svidaniya, Agente”. Otets sonrió. Sin quitar los ojos de Reid gritó en Inglés: “¡Dispárenle a este hombre!”
Dos trabajadores mГЎs levantaron la mirada, mirГЎndose entre sГ y a Otets, confundidos. Reid tuvo la impresiГіn de que estos hombres eran trabajadores, no soldados o guardaespaldas como el par de matones muertos de arriba.
“¡Idiotas!” rugió Otets sobre la maquinaria. “¡Este es el hombre de la CIA! ¡Dispárenle!”
Eso llamГі su atenciГіn. El par de hombres, en la mesa de melanina, se levantaron rГЎpidamente y alcanzaron las fundas de sus hombros. El hombre Africano en el taladro neumГЎtico se acercГі a sus pies y se levantГі una AK-47 al hombro.
Tan pronto como se movieron, Reid saltó hacia adelante, al mismo tiempo tirando de ambas manos — y ambas pistolas. Giró a Otets por el hombro y sostuvo la Beretta contra la sien izquierda del Ruso, y luego levantó la Beretta hacia el hombre con la AK, su brazo descansaba en el hombro de Otets.
“Eso no serГa muy sabio”, dijo en voz alta. “Ustedes saben lo que podrГa pasar si comenzamos un tiroteo aquГ”.
La visiГіn de un arma en la cabeza de su jefe hizo que el resto de los hombres entrara en acciГіn. TenГa razГіn; todos estaban armados, y ahora tenГa seis armas apuntГЎndole con sГіlo Otets entre ellos. El hombre que sostenГa la AK miraba nerviosamente a sus compatriotas. Una gota delgada de sudor corrГa por el costado de su frente.
Reid dio un pequeГ±o paso hacia atrГЎs, persuadiendo a Otets junto a Г©l con un empujГіn de la Beretta. “Despacio y con cuidado”, dijo tranquilamente. “Si empiezan a disparar aquГ, todo este lugar podrГa volar. Y no creo que quieran morir el dГa de hoy”.
Otets apretГі sus dientes y murmurГі una groserГa en Ruso.
Poco a poco se fueron alejando, con pequeГ±os pasos a la vez, hacia las puertas de la instalaciГіn. El corazГіn de Reid amenazaba con salir de su pecho. Sus mГєsculos se tensaron nerviosamente, y luego se aflojaron mientras el otro lado de Г©l lo obligaba a relajarse. MantГ©n la tensiГіn fuera de tus extremidades. Los mГєsculos tensos harГЎn que tus reacciones sean lentas.
Por cada paso que Otets y Г©l daban hacia atrГЎs, los seis hombres daban uno hacia adelante, manteniendo una corta distancia entre ellos. Estaban esperando por una oportunidad, y cuanto mГЎs se alejaban de las mГЎquinas, menos probable era que se produjera una explosiГіn involuntaria. Reid sabГa que sГіlo la amenaza de matar accidentalmente a Otets les impedГa disparar. Ninguno hablГі, pero las mГЎquinas zumbaban detrГЎs de ellos. La tensiГіn en el aire era palpable, elГ©ctrica; sabГa que en cualquier momento alguno se podrГa poner ansioso y comenzar a disparar.
Luego su espalda tocГі con las puertas dobles. Otro pasГі y abriГі las puertas, empujando a Otets junto a Г©l con el cilindro de la Beretta.
Antes de que las puertas se cerraran de nuevo, Otets les rugiГі a sus hombres. “¡Él no sale vivo de aquГ!”
Entonces se cerrГі, y el par de ellos estaba en la habitaciГіn de al lado, la sala de vinificaciГіn, con botellas tintineando y el dulce olor de las uvas. Tan pronto como entraron, Reid dio la vuelta, con la Glock apuntando al nivel del pecho — todavГa manteniendo la Beretta preparada en Otets.
Una mГЎquina embolletadora y taponadora estaba en funcionamiento, pero estaba automatizada en su mayorГa. La Гєnica persona en toda la amplia habitaciГіn era una mujer Rusa de aspecto cansado que llevaba un paГ±uelo verde en la cabeza. Al ver el arma, y a Reid y a Otets, sus ojos cansados se abrieron aterrorizados de par en par, y levantГі ambas manos.
“Apaga aquellas”, dijo Reid en Ruso. “¿Lo entiendes?”
Ella asintiГі vigorosamente y tiro de dos palancas en el panel de control. Las mГЎquinas zumbaban menos, deteniГ©ndose.
“Vete”, le dijo a ella. Tragó y retrocedió lentamente hacia la puerta de salida. “¡Rápidamente!” gritó con dureza. “¡Fuera!”
“Da”, ella murmuró. La mujer se escabulló hacia la pesada salida de acero, la abrió y salió corriendo hacia la noche. La puerta se cerró de nuevo con un golpe resonante.
“Ahora qué, ¿Agente?” gruñó Otets en Inglés. “¿Cuál es tu plan de escape?”
“CГЎllate”, Reid apuntГі con el arma hacia las puertas dobles de la habitaciГіn siguiente. ВїPor quГ© no habГan llegado todavГa? No podГa seguir adelante sin saber dГіnde estaban. Si habГa una puerta trasera en la instalaciГіn, podrГan estar esperГЎndolo afuera. Si lo seguГan, no habГa forma de que pudiera meter a Otets dentro del todoterreno y alejarse sin que le dispararan. AquГ no habГa amenaza de explosivos; podrГan disparar si quisieran. ВїSe arriesgarГan a matar a Otets para llegar a Г©l? Nervios destrozados y un arma no eran una combinaciГіn ideal para nadie, ni siquiera para su jefe.
Antes de que pudiera decidir su siguiente movimiento, las poderosas luces fluorescentes sobre su cabeza se apagaron. En un instante fueron sumergidos en la oscuridad.
CAPГЌTULO OCHO
Reid no podГa ver nada. No habГa ventanas en la instalaciГіn. Los trabajadores en la otra habitaciГіn debieron bajar los interruptores, porque incluso los sonidos de la maquinaria en la habitaciГіn de al lado se desvanecieron y quedaron en silencio.
RГЎpidamente buscГі el lugar donde sabГa que podГa estar Otets y se agarrГі del cuello del Ruso antes de que este pudiera escapar. Otets hizo un pequeГ±o ruido asfixia mientras Reid le tiraba hacia atrГЎs. Al mismo tiempo, una luz de emergencia roja se encendiГі, apenas una bombilla que salГa de la pared junto encima de la puerta. BaГ±aba la habitaciГіn con un brillo suave y espeluznante.
“Estos hombres no son idiotas”, dijo Otets tranquilamente. “No saldrás de aquà con vida”.
Su mente se apresurГі. Necesitaba saber donde estaban — o mejor todavГa, necesitaba que vinieran a Г©l.
ВїPero cГіmo?
Es simple. Sabes que hacer. Deja de luchar contra eso.
Reid respirГі profundamente por su nariz, y luego hizo la Гєnica cosa que tenГa sentido en ese momento.
Le disparГі a Otets.
El agudo estallido de la Beretta hizo eco en la silenciosa habitaciГіn contigua. Otets gritaba de dolor. Ambas manos volaron a su muslo izquierdo — la bola sГіlo le habГa rozado, pero sangraba abundantemente. EscupiГі una larga serie de insultos en Ruso.
Reid se agarrГі del cuello de Otets y lo tirГі hacia atrГЎs, casi de pie, y lo obligГі a bajar detrГЎs de la mГЎquina embotelladora. EsperГі. Si los hombres aГєn estaban adentro, definitivamente debieron escuchar el disparo y vendrГan corriendo. Si no venГa nada, estaban fuera en alguna parte, al acecho.
RecibiГі su respuesta unos segundos despuГ©s. Las puertas dobles se abrieron de una patada desde el otro lado lo suficientemente fuerte como para chocar contra la pared detrГЎs de ellas. El primero en pasar fue el hombre con la AK, rastreando con el caГ±Гіn de izquierda a derecha rГЎpidamente en un amplio barrido. Otros dos estaban justo detrГЎs de Г©l, ambos armados con pistolas.
Otets gruГ±Гі de dolor y agarrГі su pierna firmemente. Su gente lo escuchГі, se acercaron a la esquina de la mГЎquina embotelladora con las armas levantadas para encontrar a Otets sentado en el piso, siseando a travГ©s de sus dientes con su pierna herida postrada.
Reid, sin embargo, no estaba ahГ.
Г‰l se escabullГі rГЎpidamente hacia el otro lado de la mГЎquina, permaneciendo agachado. GuardГі la Beretta y agarrГі una botella vacГa del transportador. Antes de que se pudieran girar, Г©l estrellГі la botella sobre la cabeza del trabajador mГЎs cercado, un hombre del Medio Oriente, luego metiГі la botella rota en el cuello del segundo. CorriГі sangre caliente sobre su mano mientras el hombre balbuceaba y caГa.
Uno.
El Africano con la AK-47 se girГі, pero no lo suficientemente rГЎpido. Reid usГі su antebrazo para empujar el caГ±Гіn hacia un lado, incluso cuando un fusil de balas rompiГі a travГ©s del aire. Se lanzГі hacia adelante con la Glock, presionГЎndola bajo la barbilla del hombre, y apretГі el gatillo.
Dos
Un disparo mГЎs acabГі con el primer terrorista — ya que claramente estaba lidiando con eso, Г©l se decidiГі — este seguГa inconsciente en el piso.
Tres.
Reid respirГі con fuerza, tratando de que su corazГіn se ralentizara. No tuvo tiempo de horrorizarse con lo que acababa de hacer, tampoco querГa realmente pensar en eso. Era como si el Profesor Lawson hubiese entrado en shock y la otra parte hubiese tomado el control completamente.
Movimiento. A la derecha.
Otets se arrastrГі por detrГЎs de la mГЎquina y agarrГі la AK. Reid se volteГі rГЎpidamente y le pateГі el estГіmago. La fuerza hizo que el Ruso rodara, sosteniendo su costado y quejГЎndose.
Reid tomГі la AK. ВїCuГЎntas balas fueron disparadas? ВїCinco? Seis. TenГa un cargador de treinta y dos balas. Si el cargador estaba lleno, aГєn le quedarГan veintisГ©is balas.
“No te muevas”, le dijo a Otets. Entonces, para sorpresa del Ruso, Reid lo dejó ahà y regresó por las puertas dobles al otro lado de la instalación.
El cuarto de fabricaciГіn de bombas estaba baГ±ado con un brillo rojo similar de la luz de emergencia. Reid abriГі la puerta de una patada e inmediatamente se arrodillГі — en caso de que alguien tuviese un arma apuntada a la entrada — y barriГі el cuarto de izquierda a derecha. No habГa nadie ahГ, lo que significaba que tenГa que haber una puerta trasera. La encontrГі rГЎpidamente, una puerta de seguridad de acero entre las escaleras y la pared orientada al sur. Probablemente sГіlo se abriГі desde el interior.
Los otros tres estaban en alguna parte. Era una apuesta — no tenГa forma de saber si lo estaban esperando al otro lado de la puerta, o si habГan tratado de dar la vuelta al frente del edificio. Necesitaba una forma de cubrir su apuesta.
Esto es, después de todo, una instalación de fabricación de bombas…
En la esquina mГЎs alejada del lado opuesto, pasando el transportador, encontrГі una larga caja de madera aproximadamente del tamaГ±o de un ataГєd y llena de cacahuates para empacar. Los escudriГ±Гі hasta que sintiГі algo sГіlido y lo sacГі. Era una caja de plГЎstico negro mate, y Г©l ya sabГa lo que habГa adentro.
La puso sobre la mesa de melanina cuidadosamente y la abriГі. MГЎs para su disgusto que para su sorpresa, lo reconociГі inmediatamente como un maletГn bomba, programado con un temporizador, pero capaz de ser desviado por el interruptor de un hombre muerto como un mecanismo a prueba de fallos.
El sudor goteaba por su frente. ВїEn serio voy a hacer esto?
Nuevas visiones destellaron por su mente — fabricantes de bombas afganos perdieron dedos y miembros enteros por incendiarios mal construidos. Edificios que se llenan de humo por un mal movimiento, un solo cable mal conectado.
ВїQuГ© opciГіn tienes? Es esto o recibir un disparo.
El interruptor de hombre muerto era un pequeГ±o rectГЎngulo verde del tamaГ±o de una navaja de bolsillo con una palanca a un lado. Lo cogiГі con la mano izquierda y contuvo la respiraciГіn.
Luego lo apretГі.
Nada pasГі. Era una buena seГ±al.
Se asegurГі de mantener la palanca cerrada en su puГ±o (liberarla detonarГa la bomba inmediatamente) y colocГі el contador de la maleta en veinte minutos — Г©l no necesitarГa tanto despuГ©s de todo. Luego cogiГі la AK con su mano derecha y se largГі de ahГ.
Se estremeciГі; la puerta de seguridad chillaba en sus bisagras mientras la abrГa. SaltГі a la oscuridad con la AK levantada. No habГa nadie allГ, no detrГЎs del edificio, pero ciertamente habГan oГdo el chillido revelador de la puerta.
Su garganta estaba seca y su corazГіn aГєn latГa como un timbal, pero se mantuvo de espaldas a la fachada de acero y cuidadosamente facilitГі su camino hacia la esquina del edificio. Su mano estaba sudando, agarrando el interruptor de hombre muerto con un agarre de muerte. Si lo soltaba ahora, seguramente estarГa muerto en un instante. La cantidad de C4 empacada en esa bomba volarГa las paredes del edificio y lo aplastarГa, si no fuera incinerado primero.
Ayer mi mayor problema era mantener la atenciГіn de mis estudiantes por noventa minutos. Hoy estaba arriesgГЎndose con la palanca de una bomba mientras trataba de eludir terroristas Rusos.
ConcГ©ntrate. AlcanzГі la esquina del edificio y echГі un vistazo alrededor, pegГЎndose a las sombras lo mejor que pudo. HabГa una silueta de un hombre, una pistola en su mano, de pie como centinela en la fachada este.
Reid se asegurГі de que tenГa un agarre sГіlido en el interruptor. Puedes hacer esto. Entonces, saliГі a plena vista. El hombre se volteГі rГЎpidamente y comenzГі a levantar su pistola.
“Oye”, dijo Reid. Г‰l levantГі su propia mano — no la que sostenГa la pistola, sino la otra. “¿Sabes lo que es esto?”
El hombre se detuvo y ladeГі su cabeza ligeramente. Luego sus ojos se ensancharon con tanto miedo que Reid podГa ver el blanco de ellos a la luz de la luna. “Un interruptor”, murmurГі el hombre. Su mirada se movГa del interruptor al edificio y viceversa, pareciendo llegar a la misma conclusiГіn que Reid ya tenГa — si soltaba esa palanca, ambos estarГan muertos en un latido.
El fabricante de bombas abandonó su plan de dispararle a Reid, y en cambio corrió hacia el frente del edificio. Reid lo siguió apresuradamente. Escuchó gritos en Árabe —“¡Un interruptor! ¡Tiene el interruptor!”
BordeГі la esquina del frente de la instalaciГіn con la AK apuntada hacia adelante, la culata descansaba en su hombro, y su otra mano sostenГa el interruptor de hombre muerto en alto sobre su cabeza. El fabricador de bombas no se detuvo; seguГa corriendo, subiendo por el camino de grava que se alejaba del edificio y gritГЎndose a sГ mismo con voz ronca. Los otros dos fabricantes de bombas estaban reunidos cerca de la puerta principal, aparentemente listos para entrar y acabar con Reid. Se quedaron desconcertados cuando Г©l llegГі a la vuelta de la esquina.
Reid rГЎpidamente inspeccionГі la escena. Los otros dos hombres tenГan pistolas — unas Sig Sauer p365, capacidad de trece balas con empuГ±aduras totalmente extendidas — pero ninguno le apuntГі. Como habГa presumido, Otets habГa escapado a travГ©s de la puerta principal y estaba, en ese momento, a medio camino del todoterreno, cojeando mientras sostenГa su pierda herida y apoyado a un hombro con un hombre corto y corpulento con una gorra negra — el conductor, asumiГі Reid.
“Armas al suelo”, ordenó Reid, “o lo volaré”
Los fabricantes de bombas colocaron cuidadosamente sus armas en el suelo. Reid pudo escuchar gritos en la distancia, mГЎs voces. HabГan otros viniendo desde la direcciГіn de la antigua casa. Probablemente la mujer Rusa les habГa avisado.
“Corran”, Г©l les dijo. “Vayan y dГganles lo que estГЎ a punto de pasar”.
No hubo que decГrselo a los hombres dos veces. Ellos rompieron en una carrera rГЎpida en la misma direcciГіn en la que su cohorte acababa de irse.
Reid volteó su atención al conductor, quién ayudaba al cojo Otets. “¡Detente!” él rugió.
“¡No lo hagas!” gritó Otets en Ruso.
El conductor vacilГі. Reid soltГі la AK y sacГі la Glock del bolsillo de su chaquete. Ellos habГan llegado a poco mГЎs que la mitad del camino hacia el auto — cerca de veinticinco yardas. FГЎcil.
Se acercГі unos pasos mГЎs y gritГі: “Antes de hoy, creГa que nunca habГa disparado un arma. Pues resulta que soy muy buen tirador”.
El conductor era un hombre sensible — o quizás un cobarde, o incluso ambos. Él liberó a Otets, dejando caer a su jefe sin contemplaciones en la grava.
“Las llaves”, ordenó Reid. “Suéltalas”.
Las manos del conductor temblaron mientras sacaba las llaves del todoterreno del interior del bolsillo de su chaqueta. Las tirГі a sus propios pies.
Reid hizo un gesto con el cañón de su pistola. “Vete”.
El conductor corriГі. La gorra negra cayГі de su cabeza pero no lo prestГі atenciГіn.
“¡Cobarde!” escupió Otets en Ruso.
Reid recuperГі las llaves primero y luego se parГі sobre Otets. Las voces en la distancia se hacГan mГЎs cercanas. La casa estaba a media milla de distancia; a la mujer Rusa le habrГa llevado unos cuatro minutos llegar a pie, y luego otros pocos minutos para que los hombres bajaran hasta aquГ. Se dio cuenta de que tenГa menos de dos minutos.
“Levántate”.
Otets escupiГі sus zapatos en respuesta.
“Hazlo a tu manera”, Reid guardó la Glock, agarró a Otets por la parte trasera de su chaqueta de traje y lo arrastró hacia el todoterreno. El Ruso lloró de dolor mientras su pierda disparada se arrastraba por la grava.
“Entra”, ordenó Reid, “o te dispararé en la otra pierna”.
Otets refunfuГ±o en voz baja, siseando a travГ©s del dolor, pero se subiГі al auto. Reid cerrГі la puerta de un portazo, dio la vuelta rГЎpidamente y se puso al volante. Su mano izquierda aГєn sostenГa el interruptor de hombre muerto.
EncendiГі de golpe el todoterreno y acelerГі. Las llantas giraron, levantando la grava y la tierra detrГЎs de Г©l, y luego el vehГculo se lanzГі hacia adelante con una sacudida. Tan pronto como volviГі al estrecho camino de acceso, sonaron los disparos. Las balas golpearon el lado del pasajero con una serie de fuertes golpes. La ventana — justo a la derecha de la cabeza de Otets — se astillaba en una tela de araГ±a de vidrio agrietado, pero se mantuvo.
“¡Idiotas!” gritó Otets. “¡Dejen de disparar!”
Resistencia a las balas. PensГі Reid. Por supuesto que lo es. Pero Г©l sabГa que no durarГa mucho. PresionГі el acelerador contra el suelo y el todoterreno marchГі de nuevo, pasando por delante de tres hombres que estaban a un lado de la carretera mientras disparaban contra el auto. Reid bajГі la ventanilla mientras rodaban dos fabricantes de bombas, todavГa corriendo por sus vidas.
Luego tirГі el interruptor por la ventana.
La explosiГіn sacudiГі el todoterreno, incluso a su distancia. No escuchГі la detonaciГіn tanto como la sintiГі, en lo profundo de su corazГіn, sacudiendo sus entraГ±as. Una mirada en el espejo retrovisor no mostrГі nada mГЎs que una intensa luz amarilla, como si estuviera mirando directamente al sol. Manchas nadaron en su visiГіn por un momento y se forzГі a mirar adelante hacia el camino. Una bola de fuego naranja volГі hacia el cielo, enviando con ella una inmensa nube de humo.
Otets dejó escapar un suspiro quebrado y quejumbroso. “No tienes idea de lo que acabas de hacer”, dijo con calma. “Eres un hombre muerto, Agente”.
Reid no dijo nada. Si se dio cuenta de lo que acababa de hacer — habГa destruido una significativa suma de evidencia en cualquier caso que se pudiera armar contra Otets una vez que fuera llevado a las autoridades. Pero Otets estaba equivocado; no era un hombre muerto, por lo menos no todavГa, y la bomba lo habГa ayudado a escapar.
Hasta aquГ, de todos modos.
MГЎs adelante, la casa se vislumbrГі, pero no hubo pausa para apreciar su arquitectura esta vez. Reid mantuvo los ojos en lГnea recta y pasГі por encima de Г©l mientras el todoterreno rebotaba sobre los surcos del camino.
Una luz en el espejo captГі su atenciГіn. Dos pares de faros se balanceaban a la vista, saliendo de la entrada de la casa. Estaban bajas en el suelo y podГa escuchar el sonido agudo de los motores sobre el rugido del suyo. Autos deportivos. PisГі el acelerador de nuevo. SerГan mГЎs rГЎpidos, pero el todoterreno estaba mejor equipado para manejar el camino desigual.
MГЎs disparos rompieron el aire mientras las balas golpeaban el parachoques trasero. Reid agarrГі el volante con ambas manos, las venas sobresaliendo con la tensiГіn de sus mГєsculos. Г‰l tenГa el control. Г‰l podrГa hacer esto. El portГіn de acero no podГa estar lejos. Iba a cincuenta y cinco por el viГ±edo; si podГa mantener esta velocidad, podrГa ser suficiente para estrellarse contra el portГіn.
El todoterreno se balanceГі violentamente cuando una bala golpeГі la llanta del lado trasero del conductor y explotГі. El frente se desviГі salvajemente. Reid contraatacГі instintivamente, sus dientes se apretaron. La parte trasera se deslizГі, pero el todoterreno no se moviГі.
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